Hay una cosa que me irrita sobremanera de "Cerdita" y no me refiero a su cargante feísmo, casi un homenaje al primer Bigas Luna de "Caniche". Tampoco se trata de la sobreactuación de todo el elenco. Ni siquiera su oronda heroína que hiperventila melodramáticamente durante toda la película. El festival de casquería me deja indiferente. No hay nada malo en todo ello. Lo hemos visto mil veces desde "La matanza de Texas".

Lo que no puedo soportar es ver como una película le baila el agua a la moda institucional, en este caso al concepto de "bullying". Esa etiqueta bautizada en inglés por miedo a que dicha en castellano pierda eficacia. El argumento se esfuerza para que todo encaje hasta el punto de invertir el orden moral, en una sucesión de incongruencias tan improbables como ridículas. El mensaje "anti-bullying" se refuerza con unos personajes sin matices de perfiles absolutos: víctimas o verdugos. Aquí lo importante ya no es la película sino la propaganda y que nos quede claro que estar gordo es un calvario del que se puede salir sin hacer dieta.