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Voto de el pastor de la polvorosa:
10
Drama Un joven solitario impulsado por la ambición y el idealismo se enfrenta a la vida en el Nueva York de principios del siglo XX. Las duras condiciones que impone esta realidad desmitifican el mítico sueño americano. (FILMAFFINITY)
23 de noviembre de 2012
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
A primera vista las escenas iniciales de esta película, que muestran escenas de la gran urbe de Nueva York, parecen algo así como la respuesta americana a Dziga Vertov y Walter Ruttmann. Pero la visión que ofrece The crowd es muy diferente: no estamos ante un documental épico con protagonismo colectivo, sino ante una película esencialmente intimista, el retrato lúcido de un personaje carente de toda lucidez.

Podría decirse que John Sims, el protagonista, es una especie de versión masculina, prosaica y capitalista de Madame Bovary: sueña con ser alguien especial, pero no a través de la vivencia de un gran amor (que poseerá, aunque ignorándolo en cierto modo), sino en el ámbito empresarial de la Norteamérica emergente. Un niño que nació, simbólicamente, con el siglo, y que sueña con el éxito en esa pujante Nueva York de los felices e inconscientes años 20.

La trama progresa de forma implacable, como la de la novela de Flaubert, hundiendo al personaje en su propia medianía: sigue los principales hechos de su vida desde su nacimiento, la muerte de su padre, el primer trabajo, el noviazgo, la noche de bodas, el nacimiento de su primer hijo... Los intertítulos, abundantes, y las imágenes, contundentes y expresivas por sí mismas, van mostrando, a lo largo de estos momentos de clímax y de otros que evocan el curso de la vida cotidiana, la confrontación entre sus sueños de grandeza y la realidad de ser uno más entre la multitud. Supongo que Billy Wilder tuvo muy en cuenta esta película (no sólo la escena de la oficina) al concebir la mucho más famosa El apartamento.

La película es crítica con la figura de John Sims, pero no por su incapacidad para alcanzar el éxito, sino por el sentimiento de superioridad frente a los demás que le produce el sueño de que un día lo logrará; no porque sea mediocre, sino porque se permite burlarse de la mediocridad de los otros. Como una premonición de la gran depresión que se iniciaría un año después de su estreno, The crowd parece una advertencia sobre los excesos del sueño americano. En un momento dado, cuyos detalles no hace falta revelar, muestra con toda crudeza cómo el éxito económico no conduce necesariamente a la felicidad personal, sino quizá a todo lo contrario. De forma simétrica, la evidencia final del fracaso del personaje permite su redención moral.

El cine evolucionó de forma asombrosa en el corto plazo de unos 15 años, desde ser poco más que un espectáculo de feria hasta conseguir evocar, en esta época final del mudo, la amplitud y la ambición de la novela burguesa, a través de una visión sintética, capaz de expresar una amplia gama de circunstancias y emociones.

La concepción y sentido del relato, que he tratado de resumir, no agota ni mucho menos la película, que es como una concha con una perla inesperada: la conmovedora interpretación de Eleanor Boardman como la mujer de John Sims (de hecho, era la mujer del director, King Vidor). En general, el grado de matización y veracidad de los intérpretes, que nada tienen que ver con los truculentos e irreales que poblaban las pantallas unos años atrás, da espesor a la película y la aleja de ser una mera representación de disquisiciones sociológicas, o un cuento moral más o menos pasado de moda.

Pocas veces en películas posteriores se ha retratado mejor la intimidad de una pareja, su vida cotidiana, sus discusiones y reconciliaciones. La comedia se transforma abruptamente en drama, y viceversa, y la película consigue perfectamente lo que su director pretendía: que las cosas que muestra, aunque no sean reales, tengan la vibración de lo real.

Para ello, se desprende de toda retórica y, en una suerte de anticipación del posterior neorrealismo europeo, escoge actores anónimos para encarnar a personas comunes con problemas ordinarios: el resultado es tan certero que, a pesar de las diferencias superficiales, nos seguimos reconociendo en ellos.

The crowd fue (si se me permite el apunte personal) una de mis primeras películas favoritas cuando, en mis inicios como cinéfilo, empecé a grabar las películas que daban por televisión en la madrugada de los sábados; vista ahora, muchos años después, se sigue manteniendo apasionante e intemporal; con perspectiva histórica, junto con Tabú de Murnau y El cameraman de Keaton, constituye la corona fúnebre de ese joven soñador que murió prematuramente, el cine mudo de Hollywood.
el pastor de la polvorosa
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