El gran fuerte de 127 horas es, sin duda, la historia que narra, basada en hechos reales, que a mí personalmente me cautivó desde el primer momento que salió en los medios. Con esa premisa y a nada que la película se haga correctamente el aprobado lo tiene asegurado por mucho que el final lo sepas de antemano.

Pero, a veces, no te conformas con el aprobado y menos cuando las esperanzas puestas en ella son grandísimas. Nadie me tenía que convencer para ver este film en la gran pantalla aunque las primeras críticas y sobre todo el tráiler reconozco que influyen. Sobre todo este último, que incluso aun me lo sigo viendo de vez en cuando porque es simplemente genial. El problema está cuando el trailer emociona más que la propia película y eso acaba convirtiéndose en un arma de doble filo.

Esperanzas aparte la película no la considero mala, al contrario, entretiene y se deja ver. El problema es el potencial grandísimo que se desaprovecha. Bien es cierto que la elección de James Franco como actor protagonista es un acierto (además de guardar cierto parecido con el auténtico Aron Ralston) pero también lo es que la música deja que desear, tanto en volumen (a veces extremadamente alta) como en elección. En vez de tanto plano en el cañón, que en ocasiones no aporta nada nuevo, también echo en falta más flashbacks, y es que en 127 horas a Aron se le pudo pasar por la cabeza toda su vida varias veces e incluso su dudoso futuro. Pero en esta ocasión tampoco lo explota.

Con todo esto me quedó esa sensación extraña que a todos nos ha pasado alguna vez en la que, aun siendo una película valida, sientes que está algo incompleta.