Ante todo, Medianoche en París es una declaración de amor de Woody Allen a la ciudad de las luces, solo hay que fijarse en su hermoso y eterno prólogo -que recuerda mucho al de Manhattan- para darse cuenta que es una ciudad ideal para desarrollar una de sus habituales historias.

Allen evoca ideas ya desarrolladas en la también magnífica "La rosa purpura del Cairo", si bien comparten argumentos similares y una elegancia nostálgica común, aquella era pesimista en sus conclusiones, al contrario que esta, que desprende un vitalismo contagioso.

No quiero dejar pasar el hecho de el tremendo nivel que esta alcanzando el genio neoyorquino de un tiempo a esta parte en su obra, no hay un autor comparable, eso está claro, pero si es verdad que en algún momento de su filmografía pudo tener altibajos, localizados más bien en títulos puntuales.
Por suerte, ultimamente, nos tiene tan extasiados como en sus mejores momentos.

El reparto, como siempre, funciona a las mil maravillas, una siempre deliciosa Marion Cotillard, un sorprendente Adrien Brody, la sobriedad de Kathy Bates, ¿Owen Wilson?, pues sí, está sensacional como alter ego del propio Allen, este siempre ha sido un insuperable director de actores, todos rinden por encima de sus posibilidades a sus ordenes.

Recomendada para cinéfilos con buen gusto, una exquisitez para los que disfrutan de la inteligencia hecha cine.