John Ford homenajeó a Abraham Lincoln en esta gran película protagonizada por un excelente Henry Fonda, quien cumple con creces en su personificación del personaje biografiado.

El sentido lírico de Ford se aprecia especialmente en los pasajes bucólicos de ambientación campestre, mostrando su lado dramático en ciertos momentos y también su faceta más cómica en otros, por ejemplo en la divertida batalla judicial del último acto.

El mítico director estadounidense también refleja con vigor diferentes aspectos costumbristas, se recrea en recuerdos nostálgicos, utiliza personajes peculiares, no se olvida de enaltecer el vínculo familiar, pone de relieve el valor del esfuerzo personal, manifiesta preocupaciones sociales, introduce alguna afortunada escena de baile (algo habitual en buena parte de su filmografía), u ofrece serenas reflexiones al lado de una tumba.

Aunque en ocasiones tiende a la caricatura en la definición humorística de algún que otro personaje, y sin obviar que el giro definitivo que resuelve el juicio se antoja demasiado forzado e inverosímil, no cabe duda de que estamos ante un título absolutamente recomendable y representativo del talento de su genial autor.