Magistral película de Nicholas Ray, una maravilla poco reconocida dentro de su filmografía que con esencia de cine negro combina con maestría el drama psicológico, la intriga criminal, el romance y el suspense.

La interpretación de Robert Ryan es absolutamente brillante, personificando a un tipo duro y amargado que utiliza la lucha contra el crimen como catarsis dentro de un ambiente putrefacto e inmoral. Su relación con el personaje de Ida Lupino servirá de bálsamo para calmar su carácter violento, con momentos íntimos entre ambos que en el tramo final del film desprenden un lirismo ciertamente arrebatador.

Ray ofrece una auténtica lección de cine reflejada en la creación de una irresistible tensión, de una cautivadora atmósfera, de una excelente puesta en escena, en la implantación de un adecuado tono melancólico, taciturno, así como en el sensible retrato de personajes y en el soberbio empleo de los diversos escenarios.

Imprescindible obra maestra que recoge con magnificencia el talento de su autor en la exaltación y sublimación de las emociones.