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Animación. Aventuras. Fantástico. Ciencia ficción
En un futuro lejano, mil años después de una guerra de carácter apocalíptico, la Tierra aparece cubierta de bosques plagados de hongos venenosos y de insectos gigantescos. Los hombres han sido diezmados; los supervivientes viven en algunos poblados aislados y sobreviven a duras penas en las cercanías de un bosque contaminado con gases tóxicos e insectos mutantes gigantes, que cubren gran parte de la Tierra. Nausicaä es la princesa de El ... [+]
24 de junio de 2014
24 de junio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hará poco menos de un año que Hayao Miyazaki nos dejaba, artísticamente hablando, con su última obra como director. “Se levanta el viento” no ha sido un éxito en taquilla en España, pero todos los seguidores de Miyazaki pueden estar de enhorabuena porque ha firmado uno de esos clásicos que pasarán a la historia, un canto a la esperanza y a la vida, y con un mensaje de fondo que aboga por el cumplimiento de nuestros sueños.
Pero esta no es la ocasión para hablar de “Se levanta el viento” y el desenlace de una carrera cuajada de éxitos. Es el turno de la obra que dio el pistoletazo de salida a lo que sería una fructuosa carrera en uno de los estudios de animación japonesa más relevantes de todos los tiempos: el Studio Ghibli. Allá por el año 1984, Hayao Miyazaki inauguraba su actividad en el estudio con “Nausicaä del valle del viento”, y a la que seguirían otros muchos éxitos, como “La princesa Mononoke”, “La tumba de las luciérnagas” o “El viaje de Chihiro”.
Podríamos describir “Nausicaä del valle del viento” como una epopeya antibelicista y ecologista de tomo y lomo en la que nuestra protagonista, Nausicaä, no es sino princesa de un valle recóndito, rodeado de reinos más grandes, fuertes y hostiles y, que tras haber permanecido escondida durante la hecatombe que asoló la Tierra mil años atrás, reaparece para resolver conflictos medioambientales de la forma más pacífica posible. En un momento dado, los reinos colindantes al Valle del Viento entran en crisis y la princesa se ve obligada a adentrarse en el bosque contaminado; es a raíz de los descubrimientos que hace allí cuando la obra comienza a cobrar especial interés, arrojando luz sobre una trágica, a la par que contemporánea, realidad: la naturaleza maltratada acabará por destruirnos si continuamos así.
Ahí empieza el viaje contrarreloj de Nausicaä para detener a los humanos y salvar un bosque que, por muy tóxico que sea, se ha ganado su condición como ecosistema terrestre y que, por mucho que los intereses humanos entren en conflicto con él, se merece perdurar como pieza angular del puzzle medioambiental que conforma. Ella parece ser la única que comprende que en la diversidad es donde reside la riqueza del mundo y la convivencia, en la armonía.
Aunque a prioiri pueda parecer que el tema de fondo es el mayor aliciente para visionar una de las joyas del maestro, no es el único. Los personajes son entrañables, marca de la casa, el ritmo es trepidante y el dibujo, aunque los años no pasan en balde, conserva el detalle y el preciosismo que más adelante perfeccionaría el elenco de dibujantes del estudio.
También es cierto que no es la obra más sólida del autor. Hay cabos sueltos que no acaban de estar del todo bien resueltos y la película acaba de una forma un tanto abrupta; el espectador se huele que la historia podría continuar a partir de ahí y explorar otros lugares y tramas con más potencial. Y el que se huela eso, habrá acertado de lleno. Miyazaki no hizo otra cosa que adaptar un manga en el que estaba trabajando desde hacía dos años y que no acabaría hasta veintidós años más tarde, en marzo de 1994. Así pues, la película solo adapta los dos primeros tomos que tenía escritos por aquel momento -de forma un tanto sucinta-. Además, el manga solventa los déficits de los que adolece la película: los personajes son más profundos y están más perfilados, la trama está más trabajada y el desarrollo es menos precipitado que el del film.
En cualquier caso, con “Nausicaä del valle del viento” Miyazaki sembraría la semilla de lo que más adelante sería una de sus obras más maduras, “La princesa Mononoke”, con la que guarda un alto grado de parentesco y donde repetiría con uno de sus temas favoritos: la defensa a ultranza del medio ambiente. Para algunos, “Nausicaä” será simplemente un alegato ecologista demasiado obvio, para otros un buen fondo con una forma algo mejorable. Para mí es una película necesaria para reflexionar sobre nuestro papel en este mundo y qué relación deberíamos mantener con el planeta, más allá de sus errores menores fácilmente olvidables.
Pero esta no es la ocasión para hablar de “Se levanta el viento” y el desenlace de una carrera cuajada de éxitos. Es el turno de la obra que dio el pistoletazo de salida a lo que sería una fructuosa carrera en uno de los estudios de animación japonesa más relevantes de todos los tiempos: el Studio Ghibli. Allá por el año 1984, Hayao Miyazaki inauguraba su actividad en el estudio con “Nausicaä del valle del viento”, y a la que seguirían otros muchos éxitos, como “La princesa Mononoke”, “La tumba de las luciérnagas” o “El viaje de Chihiro”.
Podríamos describir “Nausicaä del valle del viento” como una epopeya antibelicista y ecologista de tomo y lomo en la que nuestra protagonista, Nausicaä, no es sino princesa de un valle recóndito, rodeado de reinos más grandes, fuertes y hostiles y, que tras haber permanecido escondida durante la hecatombe que asoló la Tierra mil años atrás, reaparece para resolver conflictos medioambientales de la forma más pacífica posible. En un momento dado, los reinos colindantes al Valle del Viento entran en crisis y la princesa se ve obligada a adentrarse en el bosque contaminado; es a raíz de los descubrimientos que hace allí cuando la obra comienza a cobrar especial interés, arrojando luz sobre una trágica, a la par que contemporánea, realidad: la naturaleza maltratada acabará por destruirnos si continuamos así.
Ahí empieza el viaje contrarreloj de Nausicaä para detener a los humanos y salvar un bosque que, por muy tóxico que sea, se ha ganado su condición como ecosistema terrestre y que, por mucho que los intereses humanos entren en conflicto con él, se merece perdurar como pieza angular del puzzle medioambiental que conforma. Ella parece ser la única que comprende que en la diversidad es donde reside la riqueza del mundo y la convivencia, en la armonía.
Aunque a prioiri pueda parecer que el tema de fondo es el mayor aliciente para visionar una de las joyas del maestro, no es el único. Los personajes son entrañables, marca de la casa, el ritmo es trepidante y el dibujo, aunque los años no pasan en balde, conserva el detalle y el preciosismo que más adelante perfeccionaría el elenco de dibujantes del estudio.
También es cierto que no es la obra más sólida del autor. Hay cabos sueltos que no acaban de estar del todo bien resueltos y la película acaba de una forma un tanto abrupta; el espectador se huele que la historia podría continuar a partir de ahí y explorar otros lugares y tramas con más potencial. Y el que se huela eso, habrá acertado de lleno. Miyazaki no hizo otra cosa que adaptar un manga en el que estaba trabajando desde hacía dos años y que no acabaría hasta veintidós años más tarde, en marzo de 1994. Así pues, la película solo adapta los dos primeros tomos que tenía escritos por aquel momento -de forma un tanto sucinta-. Además, el manga solventa los déficits de los que adolece la película: los personajes son más profundos y están más perfilados, la trama está más trabajada y el desarrollo es menos precipitado que el del film.
En cualquier caso, con “Nausicaä del valle del viento” Miyazaki sembraría la semilla de lo que más adelante sería una de sus obras más maduras, “La princesa Mononoke”, con la que guarda un alto grado de parentesco y donde repetiría con uno de sus temas favoritos: la defensa a ultranza del medio ambiente. Para algunos, “Nausicaä” será simplemente un alegato ecologista demasiado obvio, para otros un buen fondo con una forma algo mejorable. Para mí es una película necesaria para reflexionar sobre nuestro papel en este mundo y qué relación deberíamos mantener con el planeta, más allá de sus errores menores fácilmente olvidables.