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España España · Córdoba
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Voto de Malkav:
9
Harakiri
Voto de Malkav:
9
Drama Un samurái pide permiso para practicarse el Seppuku (o Harakiri), ceremonia durante la cual se quitará la vida abriéndose el estómago al tiempo que otro samurái lo decapitará. Solicita también poder contar la historia que le ha llevado a tomar tan trágica decisión. (FILMAFFINITY)
11 de marzo de 2009
44 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Seppuku" es una lección de cine inigualable. En ella, Masaki Kobayashi nos deslumbra con una historia crítica y desmitificadora del estricto código ético al que los samuráis se entregaban en cuerpo y alma: el bushido. Este código, basado en virtudes tales como la rectitud y el coraje, y especialmente en el honor y la lealtad, debía ser acatado y respetado con un fervor casi religioso. La pérdida del honor sólo era compensable con la práctica del Harakiri (suicidio ritual por el cual el samurái se rajaba el vientre hasta el desentrañamiento)

Kobayashi pone en tela de juicio los valores sobre los que se sustenta esta inquebrantable moral. Nos habla de una sociedad feudal que se rige por el respeto ciego a preceptos que rozan, en ocasiones, lo absurdo y lo inhumano, y cuya premisa esencial antepone el honor a la vida. Un honor que no da de comer ni puede curar enfermedades, pero que está arraigado en lo más profundo de la cultura japonesa y que rinde culto al orgullo de todo aquel que lo alimenta. Así pues, no es de extrañar que sea la adversidad la única circunstancia capaz de despertar el espíritu crítico de un samurái ya envejecido (espléndido Tatsuya Nakadai en el papel de Hanshiro Tsugumo), que acaba comprendiendo que en la sociedad de la apariencia la imagen superficial prevalece sobre las emociones humanas.

Es admirable cómo una película que se nutre esencialmente del diálogo puede tener un ritmo narrativo tan ágil. Por si fuera poco el aspecto visual (desde la austeridad, la elegancia y la sobriedad más absolutas) está cuidado con un esemero encomiable. La película no ha perdido ni un ápice de su fuerza, y aun a día de hoy alguna de sus escenas (como aquella en que el personaje de Motome Chijiiwa se realiza el harakiri con una katana de bambú) sigue causándonos un impacto brutal que pueda llegar a herir algunas sensibilidades. Kobayashi sabe usar la crudeza como medio para despertar conciencias aletargadas.
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spoiler:
No obstante, a pesar de las enormes virtudes que convierten esta película en una joya imperecedera, quisiera hacerle una pequeña crítica acompañada de ciertas deliberaciones sobre el arte en general.

Para ello debo exponer primero que yo siempre he creído que el verdadero buen cine tiene que ser estimulante, sugestivo. Una buena película tiene que provocar las preguntas en el espectador - cuantas más, mejor -, pero jamás debe darle las respuestas. Ha de inducir a la reflexión y el análisis, pero siempre dejando libertad para que cada uno haga sus propios juicios. Es más: creo que una obra siempre será mejor cuanto más implícitos lleve sus planteamientos y sus trasfondos, porque así admitirá mayor diversidad de interpretaciones. Por tanto, considero que la explicitud del mensaje de una película actúa en detrimento de su carácter universal.

Sin embargo, no debe confundirse la ambivalencia (que sería la capacidad de generar distintas opiniones y que considero una virtud, pues otorga riqueza a la obra) con la oscuridad (que sería consecuencia de la torpeza del autor a la hora de mostrar sus inquietudes o de contar una historia, y que considero un defecto, pues hace confuso e inaccesible el discurso fílmico).

Y ahí de ahí proviene el, quizás, único defecto que le encuentro a "Seppuku": en su recta final se hace todo demasiado explícito, demasiado obvio. Me valdré de dos ejemplos para explicarme mejor.

En la primera parte de la película vemos que los tres padrinos que Tsugumo pide para que le asistan durante su suicidio se encuentran, casualmente, enfermos. Cuando, hacia el final, Tsugumo muestra las coletas arrancadas a los tres ilustres miembros de la Casa Iyi, el espectador debería deducir por sí mismo que realmente esos samuráis no estaban enfermos, sino que se avergüenzan de la injuria a la que han sido sometidos (pues la pérdida de la coleta supone un deshonor sin igual) y que por eso se esconden. Pero finalmente Tsugumo despeja todas las dudas y es él mismo quien dice que son unos hipócritas y que están esperando a que les vuelva a crecer el pelo para salvaguardar las apariencias.

Igualmente, en una de las últimas escenas el Regente del Clan de la Casa Iyi ordena (tras saber que nuestro protagonista ha sido asesinado y que cuatro de sus hombres han muerto en la pelea) que de puertas afuera se publique la noticia de que Tsugumo se ha practicado honorablemente el harakiri y que sus hombres han muerto por enfermedad; dejando más claro que nunca que el concepto de "honor" que tienen estos samuráis es superficial y vano, y que se les llena la boca hablando de grandes ideales que luego no saben llevar a la práctica. Kobayashi no deja nada a la interpretación del espectador: todo es claro como el agua.

Pero esto no deja de ser sólo una observación que no supone obstáculo para que podamos considerar esta película como otra excelente aportación del maestro japonés a la historia del cine. Imprescindible.
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