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España España · Pola de Lena
Voto de Cecil:
3
Terror. Fantástico Versión contemporánea del clásico del cine de terror. Un grupo de adolescentes de los suburbios empiezan a ser perseguidos por Freddy Krueger, un asesino de aspecto terrible y con el rostro quemado que trata de acabar con ellos mientras duermen. Necesitan, pues, permanecer despiertos para protegerse mutuamente. Pero, si duermen, no hay escapatoria. (FILMAFFINITY)
25 de junio de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que el remake de la maravillosa obra de Wes Craven es más bien un planteamiento moderno de lo que acabó derivando la saga de Krueguer, ésto es, una mayor exploración del espacio onírico y de las posibilidades artísticas de ésta idea. Pero claro, lo que en su día fue un agotamiento de un personaje que el terror ya no daba para más, después de tres entregas en las que Fred Krueguer asesinaba sin piedad a la población adolescente de la calle Elm.
Ésta idea resulta realmente llamativa, ya que en un remake, más de quince años más tarde de la última película de la saga de Pesadillas, lo normal sería aprovechar el carisma del asesino de los sueños, resucitar al dream master, y no apostar por una puesta en escena onírica, por un Krueguer con cara pasada por el cgi, sin ninguna tensión y sin personajes interesantes.
Y si en Pesadilla en Elm Street fallas con la construcción del personaje principal, un asesino en serie que no da ningún miedo y, además, fallas en la recreación del mundo de los sueños, una oportunidad perdida, ya que el principal punto fuerte de la idea de las Nightmares es, precisamente, trabajar en la idea de la vulnerabilidad de los sueños, de un asesino que te ataca cuando duermes, en tu casa, en tu propia cama.
Pues el bueno de Samuel Bayer decide que ésto no es importante, que los sueños han de ser más estéticos que creíbles, que la tensión que en la original se construía precisamente en la noción de que los protagonistas no sabían si era un sueño o era una realidad, la película naufraga totalmente.
La paranoia juvenil, la desconfianza de los padres, la mitificación de su sombrero, sus garras y su jersey...todo impostado, desprovisto de peso o de importancia. Un vaivén de jóvenes torturados por su propia pose, un conato de giro sorprendente y de origen del mal, todo mal.
Cecil
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