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España España · Badajoz
Voto de Weis:
6
Comedia. Terror Una adolescente mimada se escapa de casa, se queda embarazada y termina trabajando como modelo para un par de esteticistas. (FILMAFFINITY)
5 de marzo de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Consolidado como el director insigne de películas que acaparaban los pases nocturnos para adultos en salas de mala muerte y autocines, John Waters continúa insistiendo en su monopolio artístico de zafiedad e inmundicia que carga contra las clases sociales americanas, desde las más aburguesadas a las más marginales, empleando un grueso humor negro que no pasaría muchos controles de calidad en circuitos independientes.

Haciendo de Maryland su arca de Noé y de Divine su templo de devoción mórbida, Female Trouble se siente como la hermana melliza de Pink Flamingos, con la que alcanzaría su pieza más insuperable de sagrada escatología.
Manteniendo su afilado tono satírico y conjugándolo admirablemente con el slapstick y una fuerte estética nostálgica de comedia sofisticada setentera, Waters articula su relato tomando al celoluide como un interminable catálogo de representación de depravaciones y perversiones sexuales de alto y variado rango.

El carácter autocomplaciente de sus propuestas y su pretendido enfoque rebelde e instigador de conciencias puritanas y adormecidas se antoja continuista de una corriente antropológica que venía gestándose años atrás por un amplio colectivo socio-temático. Woodstock, Janis Joplin, Yoko Ono, los fundamentos hippiescos, actuaron comon pequeñas píldoras entusiastas y antesala motivacional de una corriente fílmica que aplicaría, con imágenes fotoquímicas en movimiento, una liberación y radicalización del espíritu libertario y alternativo, sin cadenas ni prejuicios. Un carrusel de desenfreno expresionista e impulsivo que Waters tomaría de raíz para descontextualizar el movimiento, radicalizar su planteamiento y caricaturizar sus creaciones basadas en objetos de deseos perversos y oscuros.

Cuestión más discutible resulta que Waters abarrote la pantalla de causticidad y miseria moral ridiculizada por una pretensión que no vaya más allá de su particular pedrada mental de egocentrismo y superación personal de sordidez. Quizás los amantes acérrimos a su figura y a este cine de arcada y tentetieso descuiden valorar una narrativa inverosímil por distónica y distópica, un montaje arrítmico injustificado, una torpe planificación y, en definitiva, una propuesta que se mueve, generalmente, gracias a una lucha de fuerzas unilateral para alcanzar un puesto más elevado en la escala de delirios y grotescos modo de vida.

Aunque, quizás, el simple hecho de asistir y visionar con atención una proyección de esta película ya suponga aceptar las reglas del juego de Waters, pasar por alto la ingenuidad de sus limitaciones y disfrutar del espectáculo, nunca mejor dicho, más hilarante y febril.
Weis
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