Secuela de Prometheus, también dirigida por el ya mayor Ridley Scott.

La película desafina en varios sentidos, empezando por la tripulación, especialmente la odiosa personalidad y poco consistente de la chica Daniels. El problema no lo tiene la premisa (En 2104, la nave Covenant se desvía del planeta que iban a colonizar por una señal que reciben de otro planeta). Uno de los puntos troncales de la saga suele ser la exploración de lo desconocido, y en esta entrega es indignante el poco entusiasmo y curiosidad que despierta en el equipo las cosas desconocidas con las que se van topando en ese acto.
La capacidad de hallar respuestas a preguntas que nos despertaba Prometheus, son fulminadas en una sola secuencia para dar prioridad de manera egocéntrica a su propia sinfonía, con alguna nota que desafina.

Solo hay un momento algo memorable.