Maravillosa fusión de la poesía y el mundo interior en la historia de una mujer mayor a la que diagnostican alzheimer.
Aún siendo un tema dramático, está tratado con una gran sensibilidad. La protagonista crece "gracias" a su enfermedad.
Mija descubre que en este mundo no sólo hay violencia, sino que también existe la belleza que ha encontrado en la poesía.
Hay amnesias peores que las motivadas por la enfermedad, como aquéllas "malas acciones" que no queremos ver o a las que no se hace justicia.
Hay dos poderosas escenas: una, cuándo Mija pone la foto de la niña que se ha suicidado en la mesa dónde desayuna el nieto. Este se sienta, mira la foto, hay un momento en el que parece que va a reaccionar, pero coge el mando de la televisión y se pone a manejarlo.
La otra, cuándo Mika va por el campo en busca de la madre de la niña que se suicidó para comunicarle el acuerdo al que han llegado para "mitigar" el dolor de su pérdida. En el camino encuentra albaricoques, prueba uno y toma nota para sus poemas. Encuentra a la madre y le cuenta lo de la fruta, habla de la belleza del lugar y se despide. ¡Lo había olvidado!.