A partir de una premisa que parece una broma o una tomadura de pelo al espectador, Nacho Vigalondo, con una excelente dirección, tanto de personajes como de puesta en escena, nos ofrece su original, particular y excelente acercamiento al mundo de los Kaiju Eiga. ¿Acaso buscamos verosimilitud cuando Godzilla se enfrenta contra Mothra, Rodán o cualquiera de los otros bichos de este subgénero? La historia de los antiguos amigos del colegio, de sus frustraciones, odios enterrados, antipatías llevadas al extremo, con uno de los personajes, que progresivamwnte pasa de héore a villano abyecto, asistiendo el espectador a su desenmascaramiento, está, ciertamente, bien llevada, con magníficas interpretaciones. De alguna manera, los Kaiju Eiga son la manifestación de este drama íntimo de los personajes, una manifestación enorme y bizarra, añado.

Vigalondo sigue siendo sorprendente y es capaz de dejar su sello personal en cualquier género, por muy difícil que, en un principio, parezca. Es un autor de raza, de los pocos que hay en el cine español y mundial.