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5.9
34
Western
Oeste de Australia, 1897. Para escapar de su dura realidad con la intención de volver a casa, un joven camellero afgano se alía con un misterioso aborigen que huye con dos lingotes de oro marcados con el sello de la corona. Juntos deberán evitar un sinfín de barreras para poder llegar así al lugar en el que pueden liberar su tesoro de sus marcas identificativas. (FILMAFFINITY)
5 de diciembre de 2021
5 de diciembre de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del ansia por deconstruir no se libra ni el género cinematográfico por excelencia. Cierto es que el western se ha nutrido de propuestas singulares desde siempre. Pero en los años dos mil diez cayó a un soporífero abismo: Kelly Reichardt. 'Meek's Cutoff' y 'First Cow' son dos bromas pesadas.
Hacer dramas intimistas con colonos no es reinventar el western. Para eso es mejor alterar su espaciotiempo sin suprimir la épica. Ahí están 'Comanchería' (gran western sobre la crisis económica de 2008), 'Lejos de los hombres' (muy buen western en la Argelia colonial) o 'La patrulla de la montaña' (atractivo western tibetano).
En Australia han usado más de una vez el truco espaciotemporal. Con poco éxito: ahí está, por ejemplo, la grandilocuente 'The Proposition'.
'The Furnace', en cambio, acierta. Un recio y exotiquísimo western. Su desierto encierra aborígenes, anglosajones, musulmanes, sijs, hindúes, chinos, camellos, caballos, dingos, rifles, lanzas, opio, lingotes de oro y muchas moscas.
Hay multitud de escenas rodadas en badimaya, lengua nativa australiana. Asimismo se escucha pastún, panyabí, darí, cantonés e inglés.
Los conflictos y objetivos están claros. Los personajes tienen hondura y sus relaciones se trazan con sentido. La muerte no se banaliza. Hay suspense y acción.
Las poco denunciadas masacres del Imperio británico aquí se exponen de una manera que no resulta cargante.
La película peca de acaramelarse en algunos momentos. También de introducir un par de personajes de aparente peso para luego no hacer uso de ellos.
Roderick Mackay, guionista y director de este su primer largometraje, no se anda con autorías. Está al servicio de la narración.
Aprende, Reichardt.
Hacer dramas intimistas con colonos no es reinventar el western. Para eso es mejor alterar su espaciotiempo sin suprimir la épica. Ahí están 'Comanchería' (gran western sobre la crisis económica de 2008), 'Lejos de los hombres' (muy buen western en la Argelia colonial) o 'La patrulla de la montaña' (atractivo western tibetano).
En Australia han usado más de una vez el truco espaciotemporal. Con poco éxito: ahí está, por ejemplo, la grandilocuente 'The Proposition'.
'The Furnace', en cambio, acierta. Un recio y exotiquísimo western. Su desierto encierra aborígenes, anglosajones, musulmanes, sijs, hindúes, chinos, camellos, caballos, dingos, rifles, lanzas, opio, lingotes de oro y muchas moscas.
Hay multitud de escenas rodadas en badimaya, lengua nativa australiana. Asimismo se escucha pastún, panyabí, darí, cantonés e inglés.
Los conflictos y objetivos están claros. Los personajes tienen hondura y sus relaciones se trazan con sentido. La muerte no se banaliza. Hay suspense y acción.
Las poco denunciadas masacres del Imperio británico aquí se exponen de una manera que no resulta cargante.
La película peca de acaramelarse en algunos momentos. También de introducir un par de personajes de aparente peso para luego no hacer uso de ellos.
Roderick Mackay, guionista y director de este su primer largometraje, no se anda con autorías. Está al servicio de la narración.
Aprende, Reichardt.