Llevo una racha que estoy que lo crujo. Después de Sucker Punch, Guerreros de la Galaxia y ahora, Lucy. Y el que quiera lógica, coherencia y sentido común que se vaya a ver una rueda de prensa del político de turno.

A Besson le va la marcha. A base de vista comercial, cierto talento y una innata capacidad para írsele un poco la pinza ha conseguido una carrera en esto del cine que no tiene parangón. Mezclar lo peor del cine más comercial de Hollywood con todos los tics del cine francés y que te salgan películas tan entretenidas es digno de estudio.

Y lleva así toda su carrera, provocando desconcierto entre los críticos profesionales y llevando más gente al cine que el resto de los directores europeos juntos. Y así, mezclando Nikita con Arthur y los Minimoys, o a Jean Reno con Bruce Willis llegamos a esta obra maestra del desparrame, la majadería y el viaje psicodélico.

Se nota que se quedó a gusto, que aprovechándose de su posición ha parido un viaje extraño, tan extraño como los poderes de Lucy. Y es que con este material podría haber hecho un rollo pseudo-filosófico o una infumable película de acción y sci-fi.

Pero Besson se tira a la piscina. Nos regala 90 minutos de desmelene, de una Scarlet Johansson espléndida en su papel de individuo que va perdiendo humanidad a medida que gana conocimiento. Ya desde el principio, cuando intercala escenas de documental de la 2 para ilustrar la manera en que Lucy se mete en el lío nos deja claro que esta no va a ser una peli cualquiera. Y que ha decidido volver a mezclar en la coctelera su cóctel habitual y además añadirle un par de tripis.

El resultado es una película muy fresca, muy raruna. Que encima tiene la virtud de no dejarte indiferente. O la odias o la amas.

Apuesto a que esto era justo lo que él buscaba, Provocar.