1. El personaje del inspector, un señor alcohólico y yonki que cada noche se pega unos pasotes que pa qué, que hasta pierde el conocimiento, pero luego por las mañanas bien tempranito aparece impecablemente vestido, peinado y acicalado sin que todo lo que se mete entre pecho y espalda parezca afectarle para nada a sus capacidades deductivas ni a su productividad laboral. Realmente estos guionistas han visto a un yonki alguna vez? Además el tipo está así de perjudicado porque perdió a su señora y a su hijo en el parto de éste un año antes, lo que no es óbice para que con un par de miradas y un beso se enamore perdidamente de una puta y ya se le pase todo el cuelgue. En fin.

2. La puta. Una señora con un vocabulario que ya quisiera para sí una catedrática de Universidad, unos andares principescos de aquí te espero y unos modales aristocráticos como no se ha visto igual, y por supuesto con una belleza despampanante que hace que el tipo se enamore de ella casi nada más verla. Por contra, sus compañeras de profesión y amigas, que por supuesto todas la palman a manos del destripador, son zafias a más no poder, feas como la muerte, de modales groseros y vocabulario bajuno, en definitiva, lo que ha sido una puta callejera y barata de toda la vida de dios. Todas menos casualmente la muchacha ésta que entre tanto esperpento puteril destaca en su hermosura, elegancia y saber estar como destacaría un cisne en un gallinero.

3. Los asesinatos. El médico conoce perfectamente la cara de todas sus víctimas y en plena noche, en la oscuridad de las callejas las distingue perfectamente de todas las demás putas del barrio y las mata impecablemente a todas. A todas menos por supuesto a la novia del inspector, que cuando va a matarla a la habitación donde duerme plácidamente, con una velita y todo que lleva este señor, no es capaz de darse cuenta de que no es ella, incluso a pesar de que la dama en cuestión es poseedora de una fascinante melena roja y la víctima suplente es rubia como el trigo. El inspector, naturalmente, en cuanto ve un par de pelos del cadáver, se da perfecta cuenta de que el asesino ha metido la gamba. En fin, sin comentarios.

4. Las relaciones del inspector con sus jefes. Vamos, que prácticamente en plena calle y delante de un montón de curiosos, compañeros del gremio y demás peña, le acusa de complicidad en los asesinatos, y el jefe, lejos de quitarlo de en medio como ha hecho con todo el que se le ponía por delante sin problemas, incluído el propio destripador, le asciende y le da un par de palmaditas en la espalda, en plan "venga chaval, tómate algo, que yo invito". Por favorrrrrrrrrrrr.