Ya se ha dicho en más de una ocasión, pero yo creo que conviene repetirlo: un videojuego es, a priori, un punto de partida tan bueno y noble como cualquier otro para hacer una película. Debería resultar una obviedad a estas alturas que el buen cine no depende de su material de inspiración, sino del tratamiento personal e inventivo que guionistas y realizadores hagan del mismo a la hora de trasladarlo a la pantalla. Y es ese tratamiento, y no otra cosa, lo que determina que una película como Max Payne, sea una mala película, y no el hecho de que se trate de la adaptación de un videojuego ( circunstancia ésta que, nunca mejor dicho, juega un papel bastante secundario en el conjunto, más allá de determinados guiños visuales en forma de penosos ralentíes que visualizan la trayectoria de las balas, en plan Matrix o Wanted). Eso es lo de menos: lo realmente cargante y aburrido del film es su enésimo buceo en convenciones mil veces vistas, en clichés que de tanto manosearlos ya ni siquiera tienen gracia, en situaciones que cualquier espectador con un mínimo de memoria fotográfica se conoce al dedillo. Todo ello para volver a contar la tópica historia de venganza de un ex polícia, el citado Payne, por el asesinato de su familia; una trama a la cual se le intenta sustraer penosamente de su vulgaridad mediante un cruce híbrido y sin convicción con ciertas convenciones de cine fantástico, las cuales dan pie para introducir elementos sobrenaturales mitológicos (falsos, dado que ni siquiera son "verdaderos"), los cuales, de tan ridículos, dan más pena que risa. E l resultado es un tebeo malo (que no un buen cómic) que consigue que una película relativamente similar en su cruce de relato policíaco y atmosfera demoníaca, la curiosa pero insuficiente Constantine, casi parezca por comparación una obra maestra, que ya es decir...