Hinamizawa es una pequeña villa, tranquila y pacífica, donde los ciudadanos viven rodeados de naturaleza y buenas personas; un lugar idílico donde reconciliarte contigo mismo. Eso pensaría cualquiera que paseara por sus adorables calles. Pero la piel de corderito más tierna y blanca puede ocultar al monstruo más viejo y sucio en ella. Los que viven en Hinamizawa están malditos, eternamente a merced de la voluntad de un poder superior -sea lo que sea-, que quiere a su rebaño unido y sumiso.

  Pero como espectador ¿Cómo saber qué es real y qué no? Los ojos de un loco no ven lo que ve una persona sana, los oídos de un adulto no escuchan lo que un niño oye. Higurashi no naku koro ni juega con el espectador al juego de cartas que tanto divierte al club de los protagonistas: ¿Quién ha hecho qué y por qué? ¿Realmente las muertes son obra de un demonio, o de manos humanas ávidas de odio y venganza? ¿Y cómo saber que algo ha ocurrido de verdad? ¿Cómo estar seguro de que lo que vemos no es fruto de la mente enferma de alguno de ellos, dulces criaturas? Cuando el monstruo más viejo y sucio se viste con la piel de cordero más nívea y suave, se desata la desgracia.

 Esa es la mejor baza de éste anime: el juego que se trae con el espectador. Al principio creemos que se trata de distintas líneas de tiempo, o un bucle eterno en el que ha entrado Hinamizawa porque las cosas no han ocurrido como debían ocurrir. Pero desde el principio hay algo que no encaja.

  Supuestamente cada año durante el festival de Watanagashi una persona muere y una desaparece. Durante cinco años y como una marca maldita esa fórmula se ha mantenido siniestramente íntegra. Una muerte y una desaparición: esa es la regla. Pero nada más empezar Higurashi no naku koro ni vemos a Keiichi destrozando a golpes a dos de sus compañeras de clase: Mion y Rena. La primera línea de tiempo muestra cómo un joven ajeno a Hinamizawa y la maldición empieza a desconfiar de sus amigas hasta el punto de convencerse de que quieren matarle. Pero ¿es su sospecha real o producto de una creciente paranoia? ¿Acaso las chicas jugaron a un juego que se les fue de las manos? Keiichi, muerto de miedo, llama al investigador Ooishi y sus últimas palabras son para Oyashiro-sama, quien -Keiichi está seguro- le persigue. El hecho es que ha matado a dos personas, la maldición ha cambiado... ¿O todo forma parte de un plan superior?

  Antes de que podamos comprenderlo, Higurashi no naku koro ni nos devuelve a la casilla de salida, donde vemos a una desquiciada Mion riéndose a carcajadas mientras observa a la pequeña y angelical Rika desollándose a sí misma. Y después de esa segunda línea de tiempo, en la que conocemos más a nuestros personajes, volvemos a empezar. Y otra vez.

  Tras unos capítulos más somos conscientes de que cada arco no es una distinta línea de tiempo. No es que en cada caso el día del inicio se repita con caminos truncados para nuestros protagonistas. Dos arcos pueden ser la misma historia pero contada a través de los ojos de otro personaje. Hay arcos que nos muestran incluso el pasado, cinco años antes de que Keiichi pisara esa villa de malditos: cuando todo comenzó.

  Higurashi no naku koro ni es un brillante acertijo compuesto de pistas, cada arco representa una pieza separada del puzzle, que no comprenderemos hasta que unamos todas sus partes. Y ya en el antepenúltimo capítulo, cuyo arco se centra en Rena, divisamos la horrible verdad de "la maldición de Oyashiro-sama". La respuesta a todas las preguntas.

  Higurashi no naku koro ni no debe tomarse a la ligera, a pesar de sus tambaleantes y confusos inicios. Es un anime extraordinario en su género. Cada capítulo ahonda más en la esencia de Hinamizawa y sus gentes, como una venenosa espiral, hasta el soberbio climax final. Éste anime, como una demoníaca deidad, juega contigo y te engaña hasta el último capítulo; y al final no queda más remedio que reconocer la verdad: Nunca tuvimos el control. Creíamos entretenernos con Higurashi no naku koro ni, pero era él el que se divertía con nosotros, jugando con nuestras emociones y pensamientos.

Quizás nunca tuvimos una oportunidad....