No me suelen gustar las películas políticas, pero esta, aparte de ser entretenídisima, tiene la virtud de no pronunciarse y dejar que el espectador saque sus propias conclusiones. Todo el mundo conoce la situación actual en Afganistán y, por ello, la historia del Maestro Zen que cuenta el personaje interpretado por Hoffman (magistralmente) cobra especial sentido: nunca se sabe las consecuencias que a la larga traerán los acontecimientos. Un guión muy trabajado y con un gran sentido del humor, unas estupendas interpretaciones y la magnífica recreación del Afganistán en guerra y los campos de refugiados, consiguen un producto para disfrutar y reflexionar.