La selva de Pandora: la belleza de su exuberante vegetación, de sus maravillosas flores gigantes, de la penumbra de sus crepúsculos purpúreos, donde lianas blancas refulgen al mero contacto, donde el cesped enciende esmeraldas mágicamente al hollarlo, donde el lago de agua cristalina esconde en su fondo fosforescentes azules y turquesas; donde al asesinar, se pide perdón a la víctima y se reza por su alma, aun a los "inferiores" animales, donde los habitantes saben que la mejor forma de convivir con otros seres, es comprendiéndolos, sintiendo como ellos; donde respetan a su propia fauna y flora, donde no existe la necesidad de derribar árboles, acabar con bosques y selvas, y en consecuencia con los miles de seres mayores y menores que dependen de ese sabio equilibrio; y por las noches, por las fantásticas noches de Pandora, donde todo brilla, se enciende, danza, flota, vive, palpita.