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Voto de Silvio de Arabia:
6
Musical Diego, retirado del baile a causa de una enfermedad, mata al hombre que le robó el amor de una bailarina. (FILMAFFINITY)
22 de julio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los flamencos, desde que empieza, apunta maneras. Esa presentación del bar del pueblo, Vinos Paco, a ritmo del cante del Terremoto de Jerez... Uno sabe que está ante algo bien hecho. Y mantiene ese ritmo, cierto. Pero con altibajos.

Sinopsis:
La película trata sobre un chaval, interpretado por Julián Mateos, que tuvo una enfermedad que lo retiró del baile. Debido a ello perdió a su gran amor y compañera de profesión, que lo abandonó, yéndose a probar suerte a Las Américas. A Julián Mateos (Diego) le consume la vida el quedarse en el pueblo, pudriéndose, sabiendo que este amor, la Antonia (Pilar Cansino), ha vuelto a Madrid. En esa pulsión de volver a buscarla comienza la película. Por cierto, no leáis la sinopsis que hay en la ficha de FA porque el spoiler que os vais a comer es gordo como una vaca.

Por su retrato del Madrid de los sesenta, con la chavalada bebiendo vino, anís, coñac y frecuentando las tabernas y las casas de mujeres buenas, se puede relacionar con otro buen puñado de películas como la maravillosa 'Con el viento solano', de Mario Camus, con 'Tiempo de silencio' o la estupendísima ópera prima de Saura: 'Los Golfos', en la que un grupo de pillos, entre vino y tablaos, cometen una serie de delitos para ayudar a un colega a entrar al ruedo.

Esta película, a diferencia de las otras —incluso comparándola con 'Con el viento solano', que cuenta con un inconmensurable Antonio Gades—, es mucho más musical que las demás. Si no tragas el flamenco, no vas a aguantar sin aburrirte, porque hay secuencias que son más deleite musical o documental que un aporte sustancial a la trama. Yo habría quitado un buen puñado de minutos. No porque no me guste, sino por el excesivo sumergimiento musical. En ese sentido se acerca a 'Vengo' (año 2000, con Antonio Canales) en la que la música y la forma pesaba muchísimo más que, por ejemplo..., las interpretaciones o la naturalidad de los diálogos (entre tú y yo: infumables).

En cuanto a la historia, es buena. Es simple. Es efectiva. Los diálogos son bastante naturales. No me han chocado en exceso. Agustín González, muy jovencito, haciendo de pueblerino borrachín, muy correcto. Juan Diego hace un papelillo curioso donde ya empieza a apuntar maneras sobre el tipo de personajes con los que despuntaría. Pero el que más llama la atención, como secundario, probablemente sea José María Prada, cuyo papel de canalla de los bajos fondos le viene como anillaco de oro al dedo.

Sin embargo, hay unos derrames de defectos menores que a mí me decepcionaron desde el primer momento. En primer lugar, en la secuencia inicial, al entrar en Vinos Paco y oír al Terremoto de Jerez... Pues salta a la legua que el sonido —magnífico, limpísimo— es «playback». No está captado en la escena. De igual manera, creo que es Julián Mateos quien coge una guitarra y ni se esfuerza en colocar los dedos medio bien para que parezca que toca de verdad. Pero luego, más adelante, en un jolgorio con unos americanos, ya es ofensivo cuando el afroamericano marchoso coge la guitarra flamenca para tocar un «rock and roll» y coloca los dedos POR ENCIMA DE LA CEJILLA. ¡Alma de cántaro, cómo esperas que suene ahí nada? Habiendo colaborado tantos flamencos en la película, alguno podría haber echado un cable ahí para que la verosimilitud de una parte tan gruesa en esta peli como es la musical no se afee con tonterías tan insignificantes como esas.

Respecto a la realización, me parece notable. La cámara está ahí para servir a la historia, aportando algunos planos con significado que colaboran en la narración. Hay un plano muy estético donde vemos a Julián Mateos beber una copa a través de un ventanuco en un tabique que comunica dos salas de una tasca. Algo similar pasaba en 'Con el viento solano' cuando el gitano Sebastián se situaba detrás de una puerta acristalada, mientras esperaba para pedir ayuda a un antiguo maestro, tras el crimen que cometió. Ambos planos transmiten una idea de ahogo, de separación o aislamiento que definen muy bien el estado mental del protagonista**.

En general, es una gran película. Quizá merezca más de mi seis. Pero, por algún motivo, no ha acabado de parecerme todo lo atractiva y desenvuelta que podría haber sido. Aún así, tampoco hay mucha más chicha, más allá de describir el estado psicológico de un protagonista asfixiado y enrabiado. Me da la sensación de que es de lo poco bueno que podré ver de Jesús Yagüe de aquí en adelante, salvando, quizá, por el título, una o dos más. El resto, por lo que he ojeado, parecen películas de corte landista y colaboraciones con De Armiñán para la tele donde, aunque Yagüe dirija —cosa que no hace mal—, la calidad del contenido será debida a los guiones de De Armiñán, que suelen ser una mina.

22-7-22.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Silvio de Arabia
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