La creatividad de las series de ficción americanas de los últimos años está superando con creces la de la industria "jolibudiense" y, me atrevo a decir, la del cine europeo. El secreto de esta creatividad no es, en realidad, un secreto. Es la fórmula clásica de las buenas narraciones: una historia interesante (la humanidad lucha por su supervivencia), unas tramas bien urdidas (basadas en conflictos intemporales: el amor, la lealtad, el "quién soy", la existencia de un ser superior, el enfrentamiento con los fantasmas personales, etc.), unos personajes tridimensionales y creíbles (con sus virtudes y defectos; con sus blancos, negros y grises), y una ejecución impecable (tanto técnica -rodaje ágil, cámara en mano, buenos efectos especiales, gran diseño de producción- como actoral -destaco las interpretaciones de los dos personajes "senior" de la serie: Edward James Olmos en el papel del comandante Adama y Mary MacDonnell en el papel de la presidenta Roslin).

Al final, todos vemos películas y series, leemos libros y cómix por la misma razón: para que nos cuenten una historia que nos haga suspender la realidad y nos meta en una fantasía. Battlestar Galactica lo consigue.

Sin duda, imprescindible.