El imaginario del Doctor Parnassus es una delicia artística. Es como visitar un museo de arte contemporáneo y ver un cuadro en movimiento. Cuenta la historia de un extravagante circo ambulante compuesto por un enano, dos jóvenes y un anciano. Todo parece muy simple por el momento, pero resulta que el doctor Parnassus se dedica a hacer apuestas con el Diablo (un Diablo de chaqueta, sombrero y bastón, parece lord Satán). Entorno a éstas y a un chico que encuentran medio muerto colgado de un puente se desarrollará el argumento.

Este chico, Tony, tiene muchas caras, desde Heath Ledger hasta Jude Law. Gracias al poder psíquico del doctor Parnassus y a su espejo mágico, quien entre en él pasará al mundo de su propia imaginación. Los cambios de actores son totalmente coherentes debido a este elemento. Aquí se abre todo un universo creativo, la desbordante imaginación de Gilliam en acción, un placer para la vista.

El guión no es nada del otro mundo, extravagante como toda la peli, pero sin mucha profundidad, y predecible. Donde claramente destaca es en el apartado visual.