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Voto de Juanma:
5
Voto de Juanma:
5
6.3
26,690
Drama. Romance
Cuando el escritor Mateo Blanco (Lluís Homar) viajaba con Lena (Penélope Cruz), la mujer de su vida, sufrió un accidente de coche que lo dejó ciego. Harry Caine es el pseudónimo con el que firma sus trabajos literarios. Como director de cine usa, en cambio, su nombre real. Harry Caine vive de los guiones que escribe gracias a la ayuda de Judit García (Portillo), su antigua y fiel directora de producción, y de Diego (Tamar Novas), el ... [+]
22 de marzo de 2009
22 de marzo de 2009
17 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me da la sensación, tras ver "Los abrazos rotos", que a Almodóvar se le ha pegado algo de la escasez de (buenas) ideas que pulula por Hollywood de tanto atravesar el charco. Vale que en su cine, el director haga referencias sutiles a su cinefilia (lo admito con agradecida complicidad en películas como "Todo sobre mi madre" o "Volver), pero que en este caso recurra a referencias tan descaradas no hace más que advertirme que su cine (sus ideas) se está quedando hueco. Y cuando las referencias se convierten en autohomenajes el sonrojo acude a mi mente de manera implacable, pues no hace más que evidenciar que "los tiempos pasados siempre fueron mejores".
Aparte de estar técnicamente bien construida (no voy a repetir los mil y un halagos hechos por todos en este aspecto), la película se tambalea porque su guión juega constantemente con lagunas, precipitándose casi por completo al borde del ridículo (frases como * o todo el monólogo explicativo del final a cargo de Blanca Portillo, no son recursos tomados de los grandes melodramas "noir" con los que se empeñan en comparar la película, sino más bien del cutre culebrón acartonado).
La risa en "Los abrazos rotos" sacude al espectador no en los momentos pretendidamente cómicos (salvo en la magistral secuencia de Carmen Machi, por supuesto), sino en los más apasionados y románticos, haciendo que el bochorno se apodere del espectador como única sensación permanente a lo largo del visionado.
**
Todo esto nos lleva a implorar que el cine del manchego vuelva pronto al redil desde el que llegaba a apasionarnos sobremanera, lo cual confirman los comentados cameos que se suceden a lo largo del metraje (destacando, la sentida aparición de la gran Ángela Molina) y que nos hacen añorar a aquel Almodóvar que, aunque superficial y estrambótico, al menos seguía siendo auténtico.
Aparte de estar técnicamente bien construida (no voy a repetir los mil y un halagos hechos por todos en este aspecto), la película se tambalea porque su guión juega constantemente con lagunas, precipitándose casi por completo al borde del ridículo (frases como * o todo el monólogo explicativo del final a cargo de Blanca Portillo, no son recursos tomados de los grandes melodramas "noir" con los que se empeñan en comparar la película, sino más bien del cutre culebrón acartonado).
La risa en "Los abrazos rotos" sacude al espectador no en los momentos pretendidamente cómicos (salvo en la magistral secuencia de Carmen Machi, por supuesto), sino en los más apasionados y románticos, haciendo que el bochorno se apodere del espectador como única sensación permanente a lo largo del visionado.
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Todo esto nos lleva a implorar que el cine del manchego vuelva pronto al redil desde el que llegaba a apasionarnos sobremanera, lo cual confirman los comentados cameos que se suceden a lo largo del metraje (destacando, la sentida aparición de la gran Ángela Molina) y que nos hacen añorar a aquel Almodóvar que, aunque superficial y estrambótico, al menos seguía siendo auténtico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
*"Mateo es tu padre"
**Personajes de una pieza y poco desarrollados se dan la mano con otros excesivamente referenciales y poco sutiles, dando lugar a una peripecia poco creíble y decepcionante. A lo que contribuye el trabajo de la mayoría de los actores: Lluís Homar no resulta creíble en ninguno de los numerosos planos que protagoniza, su interpretación es descafeinada cuando debería hipnotizar por completo al patio de butacas por llevar sobre sus espaldas todo el peso de la película. Penélope Cruz está bien (vuelve a demostrar que Almodóvar es el director que mejor sabe extraer de ella todo el talento que, por si misma, tanto le cuesta demostrar), pero el trazado de su personaje la perjudica en exceso, consiguiendo que sus palabras no emocionen, que su mirada rota y frágil apenas nos importe lo más mínimo. Rubén Ochandiano está desastrosamente mal (¿cómo siendo Almodóvar uno de los mejores directores de actores de todos los tiempos ha permitido que se cuele en uno de sus filmes tan deleznable y odiosa encarnación?). Tamar Novas no acierta con ninguna de sus intervenciones, quedando siempre en un inane segundo plano que nos hace preguntarnos qué pinta en esta historia y si se podrían haber suprimido gran parte de sus escenas. Sólo José Luis Gómez (implacable y austero, pero no por ello menos emotivo, sacando de un esquematismo peligroso a ese "malo de película" -nunca mejor dicho-) y Blanca Portillo (sobria y fría, por ello la más creíble de todos, a pesar de alguna licencia de sobreactuación, apechugando con entereza con las frases más inverosímiles del conjunto) aportan razones suficientes para aguantar hasta el final.
**Personajes de una pieza y poco desarrollados se dan la mano con otros excesivamente referenciales y poco sutiles, dando lugar a una peripecia poco creíble y decepcionante. A lo que contribuye el trabajo de la mayoría de los actores: Lluís Homar no resulta creíble en ninguno de los numerosos planos que protagoniza, su interpretación es descafeinada cuando debería hipnotizar por completo al patio de butacas por llevar sobre sus espaldas todo el peso de la película. Penélope Cruz está bien (vuelve a demostrar que Almodóvar es el director que mejor sabe extraer de ella todo el talento que, por si misma, tanto le cuesta demostrar), pero el trazado de su personaje la perjudica en exceso, consiguiendo que sus palabras no emocionen, que su mirada rota y frágil apenas nos importe lo más mínimo. Rubén Ochandiano está desastrosamente mal (¿cómo siendo Almodóvar uno de los mejores directores de actores de todos los tiempos ha permitido que se cuele en uno de sus filmes tan deleznable y odiosa encarnación?). Tamar Novas no acierta con ninguna de sus intervenciones, quedando siempre en un inane segundo plano que nos hace preguntarnos qué pinta en esta historia y si se podrían haber suprimido gran parte de sus escenas. Sólo José Luis Gómez (implacable y austero, pero no por ello menos emotivo, sacando de un esquematismo peligroso a ese "malo de película" -nunca mejor dicho-) y Blanca Portillo (sobria y fría, por ello la más creíble de todos, a pesar de alguna licencia de sobreactuación, apechugando con entereza con las frases más inverosímiles del conjunto) aportan razones suficientes para aguantar hasta el final.