Vivimos en un mundo en el que todos y cada uno quisiera ser diferente de como en realidad es. Y esto no solo se reduce a nosotros mismos, sino que desearíamos que se hiciera extensible a las personas que tenemos a nuestro alrededor. Este egoismo que nos tiene atrapados se rebela en "Ruby Sparks" para mostrarnos nuestra propia soledad.

La fórmula chico-conoce-chica que utilizan muchas de las comedias románticas más azucaradas tiene fecha de caducidad si los tiros viajan en la dirección en la que lo hace Ruby. Un chico, lastrado emocionalmente por acontecimientos de la vida y con un éxito literario demasiado tempranero da vida a la chica de sus sueños a través de las letras de su vieja máquina de escribir.

Pero lo que a simple vista podría ser almibarado y romántico se convierte en complicado como lo son las relaciones de pareja y la convivencia en el mundo real. Es en ese día a día en el que hay que dejar de lado el egoismo para no fracturar en un segundo lo construido en mucho tiempo. La película refleja estos momentos con naturalidad y frescura, partiendo de ideas conocidas pero narradas desde un punto de vista original y diferente.

"Ruby Sparks" tiene puntos en común con "500 días juntos" por cómo trata las relaciones de pareja de manera diferente, y aunque algunos pasajes intentan sin demasiado éxito introducir algo de comedia, o un final muy amable intente arruinar la amargura, "Ruby Sparks" nos deja mucho más de lo que nos pide siendo un producto de gran calidad.