Vaya el título con todo el debido respeto al pueblo de Corea y sin el menor atisbo de xenofobia. Pero, francamente, si esto es una comedia mi sentido del humor se ha evaporado por la avanzada edad. El tono de la historia (por no decir el "disparate") antes que risa casi me provocan llanto por la lástima que provoca presenciar unos lamentables gags.

A medio camino entre el filme judicial y el thriller político esta producción no da pie con bola para adoptar un mínimo tono definido. Es así que todo el asunto se vuelve inasible y uno no sabe muy bien de qué va la cosa.

Téngase en cuenta, además, que el tono, el volumen y la "naturalidad" propia de los actores orientales es tan marcadamente distante a la dramaturgia a que estamos acostumbrados habitualmente en occidente bombardeados por el "estilo" hollywoodense y en menor medida por el "touch" europeo, y tal vez se obtenga alguna carcajada no por lo gracioso del argumento, sino más bien por nuestra falta de costumbre en escuchar interpretaciones y diálogos por demás exagerados (a nuestra idiosincrasia, claro).

Lograr llegar hasta el final de la proyección despierto, ha sido una verdadera epopeya.