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España España · madrid
Voto de martin:
7
Drama Sachi, Yoshino y Chika son tres hermanas que viven en Kamakura (Japón), en la casa de su abuela. Un día reciben la noticia de la muerte de su padre, que las abandonó cuando eran pequeñas. En el funeral conocen a la hija que su padre tuvo trece años antes y pronto las cuatro hermanas deciden vivir juntas. (FILMAFFINITY)
1 de marzo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre los entendidos en cine de autor, y específicamente en el japonés, el nombre de Hirokazu Koreeda es bien conocido. Existe un amplio consenso en cuanto a su prestigio. Sin embargo, salvando las distancias, le ocurre un poco como a Woody Allen: se lo ignora en su país (donde lo comercial es el anime) y se lo admira en Europa. También coincide con el cineasta neoyorkino en su fijación con ciertos temas. A Koreeda se lo relaciona constantemente con el maestro del cine nipón Yasujirō Ozu, por su común interés en la temática familiar. Sin duda es un honor, aunque el director de la celebrada De tal padre, tal hijo (2013), ha explicado en alguna entrevista que quizá es una comparación exagerada. En cualquier caso, reconoce su influencia y también la de otro compatriota clásico, Mikio Naruse, a quien interesaba superlativamente el drama en torno a la familia en su confluencia con la transición cultural japonesa hacia la modernidad.

Familia, muerte y ausencias son temas recurrentes en la obra de Koreeda. Su nueva película, Nuestra hermana pequeña, no es la excepción. Basada en el manga de Akimi Yoshida, Umi-machi Diary, narra la historia de unas hijas “abandonadas” por su familia. Tres de ellas son de un primer matrimonio, roto cuando eran pequeñas, por la huida del progenitor con una amante; y una cuarta hija fruto de este nuevo idilio. El relato arranca con el funeral del padre y el primer encuentro de toda la prole, quince años después de su fuga. Sachi, Yoshino y Chika conectan enseguida con la adolescente Suzu, y la invitan a vivir con ellas en la casa familiar materna, en la localidad costera de Kamakura.

Koreeda expone con su habitual tono pausado y sutil el trauma de las muchachas, obligadas a madurar de golpe por la ausencia del padre. Las principales protagonistas, dos caras de la misma moneda, son la hija mayor y la nueva benjamina. Sachi y Suzu tienen un carácter similar, más introspectivo que el de sus hermanas, y aunque las separa casi una generación, su manera de afrontar la falta del padre creará una relación especial entre ellas. El propio padre del director de Nadie sabe (2004), que primero fue cautivo de los rusos durante la Segunda Guerra Mundial y después viajaba con regularidad por trabajo, fue una figura ausente que sin duda tiene que ver con su impulso creativo.

En Nuestra hermana pequeña la muerte (hay hasta tres funerales) también es un elemento importante. Es significativa por cómo afecta a los personajes y debido a su función como resorte argumental. “Después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida”, dejó dicho Mario Benedetti. Otro tema relevante en este film es la coexistencia de la tradición y la modernidad. Koreeda aprecia los rituales ancestrales y probablemente cierta espiritualidad. Describe un tránsito tranquilo entre ambas formas en la vida de las cuatro chicas. La figura de la abuela es claramente venerada, y la costumbre mantenida de hacer licor de ciruelas todo un símbolo de esta comunión. Al mismo tiempo, la práctica del fútbol (Suzu es una crack), la independencia laboral o la libertad sexual confirman positivamente la actualización de la sociedad. El director trata con mimo a sus personajes, ejerce él mismo de padre; y es curioso que en el último aspecto novedoso mencionado, las relaciones sentimentales, parece darle un tirón de orejas a sus vástagos: una de las hermana intermedias, la promiscua y de buen beber, fracasa continuamente en sus relaciones de pareja. Un poco carca el correctivo, todo hay que decirlo.

Diario de una ciudad junto al mar, que es el título original y mucho más poético, es una película repleta de detalles, matizada, que fluye a un ritmo sosegado. No es condescendiente, pero tampoco tiene miedo al optimismo. Habría sido demasiado fácil ponerse tremendo con un tema como este. La gran objeción a la película es su duración. Tan valioso es acertar con el tempo narrativo, dirigir con destreza a un plantel estupendo de actrices y disponer de buena materia prima (el manga de Yoshida), como tener capacidad de síntesis. A Nuestra hermana pequeña le sobra metraje. Aún así merece mucho la pena. Es un buen momento para descubrir a Hirokazu Koreeda, si no lo habían hecho ya.

https://gerardomartinsilva.wordpress.com/
martin
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