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Voto de antonalva:
5

Voto de antonalva:
5
7.0
30,092
2 de noviembre de 2015
2 de noviembre de 2015
139 de 260 usuarios han encontrado esta crítica útil
Produce rabia y desánimo asistir a la malversación cansina del talento. Destellos de buen cine – cine de altura, ambicioso, irreductible y corajudo – echados por tierra y desperdiciados entre tanto oropel, falsedad, impostura y pretenciosidad. Ponerse grandes retos es muy loable y tratar de tomar caminos novedosos o poco transitados produce respeto y simpatía en una cinematografía tan parca, cateta, cautelosa y adocenada como la española, donde cualquier atisbo de originalidad suele ser censurado con el escarnio público y la indiferencia en taquilla. Pero una cosa es ser valiente y proponer algo fresco y otra cosa distinta es partir de una premisa tan falsa, tan fallida, tan inverosímil, tan impostada que acabe invalidando toda la propuesta.
Porque aquí partimos de un pecado original que lo hace naufragar todo: la relación de amistad entre sus dos protagonistas carece de entidad, de pasado, de sentido, de sustancia y de propósito… e invalida lo que viene a continuación porque lo convierte en algo sin interés, sin dirección, sin enjundia. Y por eso estamos ante un artilugio defectuoso aunque tenga destellos de buen cine (hay al menos cuatro o cinco escenas brillantes, eficaces, intensas y emocionantes, pero que se quedan en estampitas asiladas que se han perdido entre un fárrago de ardides y argucias). Pero en conjunto estamos ante un armatoste vacuo que se indigesta porque usa balas de fogueo que suenan a fingimiento y cuya pólvora está mojada.
Cuando todo el andamiaje depende del punto de partida, si éste hace aguas, el conjunto de desmorona sin remisión. Y la falta de explicaciones por parte de los guionistas contribuye a la ofuscación del espectador que asiste perplejo a un conjunto de estampitas llenas de buenas intenciones, buenos actores, lustroso acabado técnico, hacendosa labor de orfebrería y cuidada ambientación puntillosa, pero del todo inverosímil, opaco, forzado y enigmático. Y hay una escena de sexo tan risible como patética que agrava la sandez en su conjunto, porque toma por iluso y crédulo al sufrido espectador. Tanto elogio casi unánime para tan insulsa piececita fallida produce irritación y perplejidad. ¿Qué han creído ver que yo no he sabido desentrañar? Arcano irresoluble…
Nadie duda del talento y magnetismo de Ricardo Darín. Pero Javier Cámara es un actor de recursos limitados, más una presencia que un intérprete, que basa su gancho en despertar la simpatía del espectador más que por sus dotes histriónicas (que se limitan a la mueca bobina o a la medio sonrisa bobalicona). Y aquí es incapaz de proporcionar el necesario contrapunto dramático de la historia. En definitiva, una decepción sin paliativos.
Porque aquí partimos de un pecado original que lo hace naufragar todo: la relación de amistad entre sus dos protagonistas carece de entidad, de pasado, de sentido, de sustancia y de propósito… e invalida lo que viene a continuación porque lo convierte en algo sin interés, sin dirección, sin enjundia. Y por eso estamos ante un artilugio defectuoso aunque tenga destellos de buen cine (hay al menos cuatro o cinco escenas brillantes, eficaces, intensas y emocionantes, pero que se quedan en estampitas asiladas que se han perdido entre un fárrago de ardides y argucias). Pero en conjunto estamos ante un armatoste vacuo que se indigesta porque usa balas de fogueo que suenan a fingimiento y cuya pólvora está mojada.
Cuando todo el andamiaje depende del punto de partida, si éste hace aguas, el conjunto de desmorona sin remisión. Y la falta de explicaciones por parte de los guionistas contribuye a la ofuscación del espectador que asiste perplejo a un conjunto de estampitas llenas de buenas intenciones, buenos actores, lustroso acabado técnico, hacendosa labor de orfebrería y cuidada ambientación puntillosa, pero del todo inverosímil, opaco, forzado y enigmático. Y hay una escena de sexo tan risible como patética que agrava la sandez en su conjunto, porque toma por iluso y crédulo al sufrido espectador. Tanto elogio casi unánime para tan insulsa piececita fallida produce irritación y perplejidad. ¿Qué han creído ver que yo no he sabido desentrañar? Arcano irresoluble…
Nadie duda del talento y magnetismo de Ricardo Darín. Pero Javier Cámara es un actor de recursos limitados, más una presencia que un intérprete, que basa su gancho en despertar la simpatía del espectador más que por sus dotes histriónicas (que se limitan a la mueca bobina o a la medio sonrisa bobalicona). Y aquí es incapaz de proporcionar el necesario contrapunto dramático de la historia. En definitiva, una decepción sin paliativos.