Ratatouille no se ve como una película de animación, no se ve con ligereza ni con apatía. Tiene ritmo, un humor medido, que no exagera ni es demasiado plano. Es colorida, romántica (particularmente romántica), persigue la perfección y vaya que si la alcanzó.

Es una película que nos hace vibrar, que nos sorprende, que nos mantiene con los ojos pegados a la pantalla y con pocas intenciones de parpadear. Ratatouille nos transporta hacia la niñez, no hacia una niñez pasada, sino hacia la que tenemos dentro. Existen muchas películas buenas de animación, pero esta tiene un estatus superior.

Algo que me ha llamado poderosamente la atención es el hecho de que no hay una pizca de violencia física en la película, aquí la lucha final de Simba o de el príncipe atrapado en cuerpo de Bestia, se sustituye por la lucha constante de Remy contra las circunstancias.

Ambientada magistralmente, musicalizada igualmente, Ratatouille es un portal hacia emociones que muchas veces dejamos atrás conforme pasa el tiempo. Vuelve a ser niño con esta obra maestra!

Bon voyage!