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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
5
Drama. Acción El mundo del boxeo está tan devaluado que el campeón Mason Dixon no encuentra un rival a su altura. Han pasado 30 años desde que a Rocky Balboa (Stallone), un hombre sin futuro, se le presentó la oportunidad de boxear y enfrentarse contra el gran campeón Apollo Creed. El coraje y perseverancia de Rocky, tanto en la vida como en el ring, alimentó las esperanzas de millones de personas. Ahora, ya retirado, se pasa las tardes contando ... [+]
19 de enero de 2007
89 de 133 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como lo oyen (o leen), llevaba puestos los guantes para la ocasión (rellenados sabiamente de metal y objetos contundentes), mi dedo pulgar estaba bastante suelto para introducirlo gentilmente en los ojos del ganador del Razzie al peor actor del siglo (entre otros diez galardones de este ilustre premio y otras treinta nominaciones en diferentes categorías) e iba preparado con linimento en los guantes para cegar definitivamente al que fue nominado al Oscar al mejor actor por “Rocky”.

Finalmente me tuve que quitar los guantes y darle un efusivo abrazo aunque lo mismo le nominan, con tal de joder. ¿Qué sería una gala de los Razzies sin Rambo?
Y es que ningún crítico americano se la ha cargado (de momento) y su paso por el box office no es sinónimo de fracaso. Y en España, como somos diferentes, Francisco Marinero le ha colocado todo un señor rosco. No será el único.
Es cierto que los años pasan (como el rostro de Stallone con sus 60 añitos por mucho bisturí y Botox que eviten las arrugas), que el nivel de la saga había quedado por los suelos y que supone todo un acierto que Rocky VI sea “Rocky Balboa”.
Es precisamente su handicap: el de un revival efectista y funcional que hace emerger los buenos sentimientos y poso de buen cine para masas que desprendía el “Rocky” de 1976. El de un caballo (o perro viejo en este caso) por el que nadie da un duro y a la hora de la verdad da el callo, aunque le pongan la cara como un cuadro (de Picasso).

Balboa se ha convertido en todo un santo, cuyos pensamientos son equiparables a la inocencia de Mr. Chance, cuya artritis y pitopausia no le impedirá dar su último gancho y dejar por los suelos al actual campeón que carece de público, carisma ni empatía. Eso es cosa de Rocky y todo esto tiene una moraleja: nunca el cruce del inserso y el boxeo depararon tantas emociones y risas.

Alma de telefilme, entrañas y sangre caduca desparramada en un combate, sentimientos crepusculares sin caer demasiado en el ridículo y un combate final simplemente brillante por cortesía de la HBO y el PPV. ¿Se podía hacer con semejante material algo decente? “Rocky Balboa” es la respuesta.
La película se tiene que disfrutar como un decente cierre y por lo tanto una simple curiosidad, aunque recomendable e imprescindible para los nostálgicos. Con unos títulos de créditos finales que refuerzan el contenido: todos en el fondo somos o queremos ser como Rocky, y si en nuestra cuenta corriente aparecen los ceros que tendrá la de Stallone llegaremos a un orgasmo de placidez sin paliativos.
Maldito Bastardo
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