Hemos visto muchas veces las banderas de los ejercitos aliados ondeando sobre las ruinas de las recién conquistadas ciudades alemanas a lo largo de los últimos meses de la II Guerra Mundial. Pero hasta ahora yo no había visto el foco del cine puesto sobre las gentes que intentaban escapar de esos escombors, reales y metafóricos.
Y ese es el gran acieto de esta película, que nos muestra a esa gente que hasta no hacía mucho vivía plácidamente mientras sus ejércitos conquistaban otros paises y sembraban la ruina y la muerte por todos ellos y que ahora ve cómo todo se derrumba sobre sus cabezas y tiene que sobrevivir como alimañas acosadas en su propio páis, vencido, ocupado y dividido. Gentes que aún hoy, aunque les cuesta creer que las fotos que les muestran de los campos de concentración no sean sino un montaje, sienten asco de tener contacto con un judío, que aún están aturdidos por el imposible que se les hace la muerte de su fhürer.
Esa gente, que sin embargo es un colectivo compuesto por personas, con su suftimientos, sus esperenzan, sus ganas de seguir vivos.
Todo ese cosmos nos es mostrado a través del viaje salvaje que debe acometer una jovencita con todos su hermanos más pequeños, trufado de situaciones de todo tipo y, con frecuencia, atroces.
Es una pena que resulte a veces tan lenta. Pero es recomendable.