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Voto de sabela:
7

Voto de sabela:
7
7.3
3,397
Romance. Drama
Un equipo de rodaje llega a un pueblo del norte de Irán, en la región de Koker, devastado por un temblor de tierra, para realizar una película. Hossein, un muchacho del lugar, es contratado como ayudante del equipo y, además, se le asigna la interpretación de un pequeño papel. Casualmente, también colabora en la película una muchacha del vecindario, de la que Hossein está locamente enamorado, pero los padres de ella lo rechazan porque ... [+]
11 de marzo de 2013
11 de marzo de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siguiendo a ¿Dónde está la casa de amigo? y La vida continúa, la tercera parte de esta trilogía se ambienta en Irán, tras el terremoto que sacudió la provincia en 1970, dejándola completamente desvastada.
Esta entrega recoge fragmentos de un rodaje que se desarrolla en ese mismo lugar, donde vemos cómo ruedan secuencias del filme anterior. El protagonista es Hossein, un joven enamorado de una muchacha que también es escogida para actuar en la película, Franhondé, pero con la que no puede casarse porque él no posee una casa propia.
El filme es una constante confusión entre película y realidad, entre ficción y documental. No sabemos a ciencia cierta si lo que estamos viendo pertenece a la realidad o a una ficción muy bien elaborada. Trata sobre el cine en el cine, y el cine como testimonio, no de sucesos, sino de las personas. El director del filme que vemos representado es una proyección del propio Kiarostami, que reflexiona sobre el cine y su importancia en un país con determinados desencuentros sociales y costumbres en ocasiones represivas.
La película en la película está protagonizada por las gentes de allí que, como personas, se equivocan y necesitan oportunidades para poder conseguir hacerlo adecuadamente. Llevándolo a la posible simpleza de los ensayos actorales, se desvela así los constantes pasos de los habitantes para conseguir superar la situación que ha asolado su país. Somos espectadores del laborioso trabajo de rodaje, de los detalles puntillosos y necesarios que se revelan a la hora de hacer frente a una película. Somos también testigos, incluso, del cásting del reparto de la película, también sin saber a ciencia cierta si se trata del momento real o si no es más que una ficción correctamente preparada. La protagonista femenina es escogida entre muchas otras muchachas, muchos rostros femeninos deseosos de ser escogidos. Y sin embargo, es en Frankhondé en quien se fija el director, en la muchacha rebelde que traerá problemas y que desencadenará, al final del filme, una larga y hermosa secuencia a través de los olivos.
A través de los olivos nos habla del cine y del amor. De la realidad social de Irán, ya de por si relativamente compleja, y que tiene que afrontar semejante catástrofe. Sin embargo, como decía anteriormente, no es lo ocurrido lo que se recoge con prioridad en el filme, sino el esfuerzo de superación de los habitantes, las ganas de sobrellevarlo, sobreviviendo en pésimas viviendas y tan malas condiciones. Vemos el esfuerzo para construir de nuevo sus vidas desde cero, desde la ausencia personal y material. Sin recrearse en lamentaciones, al contrario, se trata de buscar el hueco de salida a esa situación.
De hecho, y de manera más ácida, los propios habitantes aluden a su desgracia restándole importancia. El propio Hossein, quien no puede casarse con Frankhondé por falta de un hogar propio, admite que tras el terremoto ya no quedan casas sobre sus cimientos, así que resulta imposible y absurdo que él sí tenga.
Destaco la presencia de los niños, como futuro de ese presente devastador y complicado, que parecen son ser conscientes sin embargo de lo que ocurre y se entretienen con el director, quien parece hacer de figura de los padres que no vemos y que es posible que muchos no estén ya. Es, probablemente y desde mi punto de vista, una de las secuencias más entrañables, en parte también por la naturalidad y la sinceridad con la que se desarrolla.
Respecto a los personajes, podemos percibir en ellos personas reales, aunque no dejen de ser actores –pese a lo que, en constantes ocasiones, pueda parecer-. Totalmente caracterizados y tipificados, mostrando virtudes y defectos de esa manera tan natural, consiguen transmitirnos los sentimientos de las personas a quienes encarnan.
Son personajes que hablan de lo que sienten a veces con gran facilidad y otras con una tremenda torpeza, tal y como sucede en la vida real. La furgoneta del equipo de producción del largometraje parece funcionar a modo de lugar de encuentro donde los personajes se encaran o sinceran entre ellos, aunque en muchas ocasiones los conflictos puedan solucionarse sin mediar palabra. Ésa es otra de las magias del filme: los silencios, o casi silencios, que nos permiten disfrutar de lo que observamos.
Se le da gran importancia también al paisaje, sus montañas, sus carreteras, sus olivos… Una topografía que ha sufrido una desgracia y que parece querer olvidar y reponerse de ello junto a sus habitantes. Los planos se mantienen dejándonos observar, seguir los coches o personas que se muevan en el plano, y poder quedarnos con los detalles de tan hermoso paisaje, que no busca compasión sino aprecio, en la línea de los personajes protagonistas.
A través de los olivos no es un filme para deleitarse externamente con los paisajes de Irán, sino un acercamiento a lo ocurrido y cómo el ser humano, lejos de rendirse, lucha por recuperarse, siguiendo uno de nuestros instintos más básicos: sobrevivir.
Esta entrega recoge fragmentos de un rodaje que se desarrolla en ese mismo lugar, donde vemos cómo ruedan secuencias del filme anterior. El protagonista es Hossein, un joven enamorado de una muchacha que también es escogida para actuar en la película, Franhondé, pero con la que no puede casarse porque él no posee una casa propia.
El filme es una constante confusión entre película y realidad, entre ficción y documental. No sabemos a ciencia cierta si lo que estamos viendo pertenece a la realidad o a una ficción muy bien elaborada. Trata sobre el cine en el cine, y el cine como testimonio, no de sucesos, sino de las personas. El director del filme que vemos representado es una proyección del propio Kiarostami, que reflexiona sobre el cine y su importancia en un país con determinados desencuentros sociales y costumbres en ocasiones represivas.
La película en la película está protagonizada por las gentes de allí que, como personas, se equivocan y necesitan oportunidades para poder conseguir hacerlo adecuadamente. Llevándolo a la posible simpleza de los ensayos actorales, se desvela así los constantes pasos de los habitantes para conseguir superar la situación que ha asolado su país. Somos espectadores del laborioso trabajo de rodaje, de los detalles puntillosos y necesarios que se revelan a la hora de hacer frente a una película. Somos también testigos, incluso, del cásting del reparto de la película, también sin saber a ciencia cierta si se trata del momento real o si no es más que una ficción correctamente preparada. La protagonista femenina es escogida entre muchas otras muchachas, muchos rostros femeninos deseosos de ser escogidos. Y sin embargo, es en Frankhondé en quien se fija el director, en la muchacha rebelde que traerá problemas y que desencadenará, al final del filme, una larga y hermosa secuencia a través de los olivos.
A través de los olivos nos habla del cine y del amor. De la realidad social de Irán, ya de por si relativamente compleja, y que tiene que afrontar semejante catástrofe. Sin embargo, como decía anteriormente, no es lo ocurrido lo que se recoge con prioridad en el filme, sino el esfuerzo de superación de los habitantes, las ganas de sobrellevarlo, sobreviviendo en pésimas viviendas y tan malas condiciones. Vemos el esfuerzo para construir de nuevo sus vidas desde cero, desde la ausencia personal y material. Sin recrearse en lamentaciones, al contrario, se trata de buscar el hueco de salida a esa situación.
De hecho, y de manera más ácida, los propios habitantes aluden a su desgracia restándole importancia. El propio Hossein, quien no puede casarse con Frankhondé por falta de un hogar propio, admite que tras el terremoto ya no quedan casas sobre sus cimientos, así que resulta imposible y absurdo que él sí tenga.
Destaco la presencia de los niños, como futuro de ese presente devastador y complicado, que parecen son ser conscientes sin embargo de lo que ocurre y se entretienen con el director, quien parece hacer de figura de los padres que no vemos y que es posible que muchos no estén ya. Es, probablemente y desde mi punto de vista, una de las secuencias más entrañables, en parte también por la naturalidad y la sinceridad con la que se desarrolla.
Respecto a los personajes, podemos percibir en ellos personas reales, aunque no dejen de ser actores –pese a lo que, en constantes ocasiones, pueda parecer-. Totalmente caracterizados y tipificados, mostrando virtudes y defectos de esa manera tan natural, consiguen transmitirnos los sentimientos de las personas a quienes encarnan.
Son personajes que hablan de lo que sienten a veces con gran facilidad y otras con una tremenda torpeza, tal y como sucede en la vida real. La furgoneta del equipo de producción del largometraje parece funcionar a modo de lugar de encuentro donde los personajes se encaran o sinceran entre ellos, aunque en muchas ocasiones los conflictos puedan solucionarse sin mediar palabra. Ésa es otra de las magias del filme: los silencios, o casi silencios, que nos permiten disfrutar de lo que observamos.
Se le da gran importancia también al paisaje, sus montañas, sus carreteras, sus olivos… Una topografía que ha sufrido una desgracia y que parece querer olvidar y reponerse de ello junto a sus habitantes. Los planos se mantienen dejándonos observar, seguir los coches o personas que se muevan en el plano, y poder quedarnos con los detalles de tan hermoso paisaje, que no busca compasión sino aprecio, en la línea de los personajes protagonistas.
A través de los olivos no es un filme para deleitarse externamente con los paisajes de Irán, sino un acercamiento a lo ocurrido y cómo el ser humano, lejos de rendirse, lucha por recuperarse, siguiendo uno de nuestros instintos más básicos: sobrevivir.