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Voto de Iñigo Montoya:
10
Drama Un encantador y nostálgico cuento de hadas basado en Pierrot, la figura de la commedia dell'arte que nunca encuentra el amor y en el mito japonés del conejo que vive en la luna. Anger culminó el film veinte años después de interrumpirse su rodaje en París. Existen dos versiones del corto, el primero que resultó inacabado en 1950 y su posterior versión ya completado en 1972. (FILMAFFINITY)
31 de enero de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las piezas cinematográficas más delicadas, estilizadas y bellas, no ya de Kenneth Anger, sino de la historia del cine. Como casi siempre en su autor, se trata de un proyecto no completado en su totalidad, aunque a diferencia de otras veces, creo que la pieza en si es perfecta por si sola y no necesita completar nada.

Rodada por Anger en 1950 en Francia, en su autoexilio europeo, la película permaneció en sus latas y olvidada en la Cinémathèque française, hasta que Anger la rescató y le aplicó dos remontajes con diferentes duraciones y bandas sonoras, en el 72 y el 79. La del 79 dura quince minutos y está compuesta por canciones pop de los años 50 y 60, mientras que la del 79 dura seis y solo incluye el tema 'In Came In The Night'. Las dos versiones son igualmente hermosas, pero la 79 es más sorprendente y novedosa, en parte por la idea, en principio absurda de Anger de aplicarle una música consistente en una canción Pop, que además se repite dos veces, y que incluso parece acelerar las imágenes. Las imágenes en paralelo al tema musical elegido, me parecen terriblemente hipnóticas. La versión larga incluye incluso fragmentos de animación que evocan la visión de Pierrot de la luna, y un final totalmente diferente. Personalmente me quedo con la versión corta, aunque recomiendo ver las dos.

En una historia de sueños inalcanzables, Pierrot intenta primero alcanzar la luna, y luego el amor de Columbine, fracasando en los dos intentos. El tono monocromático azul, evocando los rayos de luna, son de una fuerza visual deslumbrante, los mimos, al parecer de la compañía teatral de Marcel Carne, bordan los personajes, y la dirección de Anger imprime a la imágenes una suavidad y simbolismo como pocas veces se ha visto, una de esas películas que desde el punto de vista artístico desbordan los sentidos. Pura magia.
Iñigo Montoya
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