Para ver esta película es conveniente no tomársela muy en serio.
Aunque figuren varios actores muy caros, no tienen protagonismo (excepto Murray, en modalidad antiprotagonismo). Ni los personajes ni sus diálogos son tan relevantes como los escenarios, los decorados, la ambientación...: la atmósfera. Para ello se cuida lo plástico, se dispone una iluminación clara y colorida.
Se ha reconstruido en estudio una preciosa sección del viejo cazasubmarinos Belafonte, con puerto en la isla Pecespada, donde tiene base "una panda de balarrasas" más o menos oceanógrafos, el capitán Zissou (Murray) al frente. Buscan en las profundidades al sanguinario y nunca visto Tiburón Jaguar, y filman la búsqueda en documentales. El homenaje al comandante Costeau queda explícito.
La película no es seria; tampoco es cómica. Se mueve en la zona intermedia de la travesura, sin compromiso. Evita la intensidad dramática para mantener un flematismo algo blando, lánguido. Evita también el gag explosivo. Resulta patente el afán de lucir un estilo original a ultranza, a menudo más voluntarioso que inspirado. Las tensiones entre los embarcados nunca llegan a conflicto y el episodio de los piratas filipinos es de opereta.
'The life aquatic' es como Bowie puesto en bossanova (banda sonora); como el perro de tres patas que acompaña a la tripulación.
Lo mejor: la mencionada atmósfera, el viaje en el submarino amarillo, las contadas animaciones, lo fantástico.