Hacía tiempo que no veía un musical. De hecho no he visto muchos musicales a lo largo de mi vida por lo que tal vez esta crítica se quede algo coja en cuanto a comparaciones se refiere. Pero sin tener mucha idea de cuáles son los límites de este género puedo decir que La La Land me cautivó durante las dos horas que duró.

La la land es una caja de sensación llena de vida, luces, amor, drama, fantasía, música, que explota ante nuestros ojos, pero que percibimos en su justa medida, sin llegar a empalagar en ningún momento por ningún flanco, y mira que la historia principal lo ponía a huevo, articulada a través de los clichés naturales de una película romántica. Pero el director no deja caer una escena por su peso, marcando a la perfección la cadencia sin perder la tensión por un momento.

El juego de luces, sombras y figuras envuelve con delicadeza cada momento de la historia sumando la atracción propia de los personajes principales. Emma Stone y Ryan Gosling mueven con naturaleza a sus personajes, tal vez más la primera, pero ambos completan una actuación maravillosa. Y que decir de las canciones, tal vez la última capa indespensable que desde el primer minuto parece avisarnos de que lo único que tenemos que hacer en las siguientes dos horas de nuestra vida es sentarnos y disfrutar.

La la land habla de la vida, del amor, de los sueños y del mundo real, sin llegar a ser cruda, pero dejando claro el mensaje que cada un puede interpretar desde distintas perspectivas: poniéndose las gafas de la tragedia romántica o de la alegría de vivir. Yo ya he elegido.