La serie, es innegable, tiene unos magníficos escenarios, un vestuario importante y muy agradable y, como si eso fuera poco una utilería digna de cualquier superproducción. En eso la serie se distingue con una muy buena impresión.

Pero... el guión hace transitar a personajes que nos aparecen imposibles en situaciones inverosímiles haciendo de la serie algo más cercano a una fantasía de cuentos de hadas y princesas que a un drama romántico o social.

Hay personajes que NO podrían existir nunca en una Inglaterra anterior al SXIX, por ejemplo importantes damas de la corte o nobles de raza negra cuyos miembros estaban o sometida en las colonias inglesas o bien eran la servidumbre más baja de las casas de la burguesía inglesa.

Sin embargo el guionista que se nos debe reír en la cara, puso a un apuesto duque negro a jugar a los amoríos con Daphne una apreciada dama de la alta sociedad que el guión de la serie le hace jugar un juego imposible de romances, desavenencias y controversias sociales cosa que en la realidad cortesana le hubiese costado su muerte civil.

Pero... parece que en esta serie fantástica todo vale... y cualquier cosa puede suceder con tal de abultar la grilla de programación de Netflix en donde proliferan este tipo de estupideces.