En la película un par de delincuentes de tercera deciden atracar un banco en Brooklyn. Debido a su falta de experiencia el robo se complica, convirtiéndose en una trampa para los atracadores, a la par que el acontecimiento del atraco se convierte en todo un espectáculo para el público circundante y para la televisión en directo.

Sidney Lumet hace gala de su maestría en este film que ya fue reconocido en su momento: Oscar al mejor guión de Frank Pierson, Festival de San Sebastián mejor actor Al Pacino, y otros más que se pueden ver en la ficha técnica. Pero ante todo es una drama-thriller con una importante carga social e incluso de humor irónico para los personajes principales, que siendo unos delincuentes de tres al cuarto, logran poner a su favor a la opinión pública, en contra de todo el despliegue policial que es constantemente abucheado e incluso humillado por el delincuente que protagoniza con enorme maestría un joven Al Pacino. John Cazale, un actor que luego no se ha prodigado demasiado (El padrino antes, El cazador después y poco más) hace también un meritorio papel, sin contar con la interpretación coral de en los roles de las empleadas del Banco, el director del mismo o los policías.

Es, pues, una excelente película, de bajo presupuesto pero con un gran director, actores geniales y sobre todo unos diálogos y un guión que, ya hemos dicho, conforman una historia de impecable factura. Nerviosismo en sus protagonistas, acción, drama y humor, y una honda carga social constituyen este perfecto trabajo que además de entretener, también nos hace pensar sobre quiénes y por qué están en un bando y quiénes y por qué están en otro. Caen bien los ladrones, en realidad son unos pobres diablos que son buena gente, un poco loca eso sí, como el integrista religioso, pero desde mi modo de ver, la peli los presenta y al espectador se nos representan como gente humana. Y me recuerda a ese aparentemente ingenuo pero profundo poema de José Agustín Goytisolo “El lobito bueno”: “Érase una vez/un lobito bueno…/ Todas estas cosas/había una vez/cuando yo soñaba/un mundo al revés”. Y es que los delincuentes son una pobre gente, el lumpen social, versus el gran aparato del poder con el brazo armado de la policía, acompañado del poder mediático de la TV, y todo para acabar mal, muy mal, como en una tarde de perros.