Corrían los años ochenta, principios, en plena guerra de la ex URSS contra Afganistan. En ese contexto, un congresista bebedor, mujeriego y de moral poco recomendable, Charlie Wilson (Tom Hanks), junto con una mujer de la alta sociedad de Houston defensora de las buenas causas y acérrima anticomunista, Joanne Herring (Julia Roberts), y un agente de la CIA inteligente y amante de los retos, Gust Avrakotos (Philip Seymour Hoffman), conspiran hasta llevar a cabo una operación secreta que fue crucial en nuestra historia reciente: ayudar a los muyahidines afganos proveyéndolos de armas para expulsar a los soviéticos de Afganistán.

Película muy bien dirigida por un ya consagrado Mike Nichols (El graduado, ¿Quién teme a Virginia Woolf?, etc.), gran guión de Aaron Sorkin basado en la novela de George Crile, muy buena música de James Newton Howard y excelente fotografía de Stephen Goldblatt. Lo que sí hay que decir es que las interpretaciones dejan un poco de desear, Hanks está excesivo, la Roberts un poco fuera de tiesto y sin duda el mejor, y no en vano fue propuesto para el Oscar, es Seymour Hoffman.

Así y todo, la película goza de los ingredientes para ser una cinta de calidad. Y efectivamente, con estas mimbres se teje una urdimbre narrada con claridad y carácter en la que se exponen las corruptelas, entresijos dudosos y demás ángulos oscuros de la alta política, que a veces es “baja política”. Y Nichols cuenta la historia con causticidad, sin esconderse nada, con el cinismo propio de este tipo de acciones, diálogos de gran nivel y profundidad dramática fruto de la pluma de Sorkin. Los toques de humor ayudan a digerir tanto cinismo y tanta argucia compleja en el complicado mundo de la política.

Pero lo que resalta desde mi modo de ver, para los que hemos seguido la historia de este mundo en los últimos treinta o cuarenta años, es ver cómo los norteamericanos de nuevo se equivocan y lo que pretende ser un punto a su favor se torna con el tiempo en su contra. O sea, lo que hace el protagonista y sus amigos es armar con armas sofisticadas a los muyahidines afganos para que expulsen y le den la puntilla a los restos del imperio soviético; y lo consiguen. Lo que no saben es que luego, sus amiguitos afganos, de la mano de unos y otros, incluido Obama Bin Laden, se enfrentarán al imperio, o sea ellos, con toda la crudeza del terrorismo (Torres genelas, etc.) y posteriormente en una guerra más o menos velada de EE.UU. y aliados en Afganistan, donde los yankees prueban su misma medicina, o sea, son atacados con las armas que ellos mismos aportaron a los afganos ¡Ver para creer!

Si no la ha visto véala, no pierde nada, verá una buena peli y de paso se enterará un poquito de esa porquería llamada política, más en el plano internacional, pues salen todos: EE.UU., Israel, ex URSS, Pakistan, Afganistán, y todo el mundo del comercio de armas, ¡¡la primera industria en nuestro planeta!!: Vergogna!