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Voto de Blai'ens Nexus:
8
Voto de Blai'ens Nexus:
8
6.8
39,670
29 de diciembre de 2008
29 de diciembre de 2008
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si tuviera que definir Hard Candy con una palabra, probablemente sería "angustia". De darme una segunda, ésta sería "desesperación". Y es que efectivamente, esta obra que empieza con sutileza y azúcar termina conviertiéndose en un atragantamiento moral, en una asfixia psicológica a todos los niveles.
La historia, de manera irónica, es quizás lo menos importante del film. No importan tanto los detalles del cómo o del por qué, tienes en todo momento una vaga idea que poco a poco va definiéndose... sin llegar a convertirse en una revelación, en la pieza clave que da sentido a toda la película (del modo que ocurre en otras obras de terror psicológico del panorama actual, como por ejemplo la primera entrega de Saw).
No, Hard Candy no es una película de historia. Ni siquiera de mensaje; ella misma es el mensaje. Cuando estás viendo esos 103 minutos de tensión creciente, no te importa realmente lo que dice Jeff o lo que dice Hayley. Al menos, no sus palabras: un magnífico guión pensado para pasar desapercibido pero sin el cual, sin embargo, sería imposible mantener el ritmo y el interés necesarios para recibir las olas de catarsis interpretativa de Page y Wilson.
A esta catarsis interpretativa, además, se le suma la catarsis técnica de un trabajo de cámara, fotografía y montaje increíbles, ese juego de colores que ya al principio vemos y que nunca llega a desaparecer. Y esto sin olvidar los tan bien elegidos elementos escenográficos que hacen que parezca que estamos en un catálogo de Ikea, que dotan la escena de un toque de irrealidad y lejanía que, sin embargo, nunca llega a invadirnos del todo, manteniéndonos inevitablemente dentro de esa historia inhumanamente humana.
Todos los elementos encajan a la perfección para construir un pack en el cual no hay clímax, no hay momento decisivo, no hay escena clave; Hard Candy se presenta como un caramelo y se va volviendo progresivamente dura, cruel e implacable, llegando a un final en el que ya no te importa el final, en el que ya no sabes por quién sufrir o por quién sentirte mal, y llegas a la conclusión de que no debes hacerlo por nadie. Pero lo destacable, al fin y al cabo, es que lo haces.
La historia, de manera irónica, es quizás lo menos importante del film. No importan tanto los detalles del cómo o del por qué, tienes en todo momento una vaga idea que poco a poco va definiéndose... sin llegar a convertirse en una revelación, en la pieza clave que da sentido a toda la película (del modo que ocurre en otras obras de terror psicológico del panorama actual, como por ejemplo la primera entrega de Saw).
No, Hard Candy no es una película de historia. Ni siquiera de mensaje; ella misma es el mensaje. Cuando estás viendo esos 103 minutos de tensión creciente, no te importa realmente lo que dice Jeff o lo que dice Hayley. Al menos, no sus palabras: un magnífico guión pensado para pasar desapercibido pero sin el cual, sin embargo, sería imposible mantener el ritmo y el interés necesarios para recibir las olas de catarsis interpretativa de Page y Wilson.
A esta catarsis interpretativa, además, se le suma la catarsis técnica de un trabajo de cámara, fotografía y montaje increíbles, ese juego de colores que ya al principio vemos y que nunca llega a desaparecer. Y esto sin olvidar los tan bien elegidos elementos escenográficos que hacen que parezca que estamos en un catálogo de Ikea, que dotan la escena de un toque de irrealidad y lejanía que, sin embargo, nunca llega a invadirnos del todo, manteniéndonos inevitablemente dentro de esa historia inhumanamente humana.
Todos los elementos encajan a la perfección para construir un pack en el cual no hay clímax, no hay momento decisivo, no hay escena clave; Hard Candy se presenta como un caramelo y se va volviendo progresivamente dura, cruel e implacable, llegando a un final en el que ya no te importa el final, en el que ya no sabes por quién sufrir o por quién sentirte mal, y llegas a la conclusión de que no debes hacerlo por nadie. Pero lo destacable, al fin y al cabo, es que lo haces.