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8.1
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Thriller. Intriga. Drama
Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido veinticinco años antes, en 1974, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años. (FILMAFFINITY)
13 de septiembre de 2012
13 de septiembre de 2012
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he quedado sin palabras.
Pensaba hablar de la construcción de personajes, del talento de Campanella para convertirlos en personas de verdad. Y de los detalles. Los detalles venden la historia, dijo alguien una vez. Y de una palabra escrita en una libreta en la mesilla de noche que pierde su significado por la mañana, o de como es imposible no enamorarse de esa bella y decidida mujer que irrumpe en la vida de un hombre para cambiarlo todo. También quería hablar del desamor, del provocado por la inacción de uno o del provocado por la acción de otro, de un asesino hijoputa en este caso. O de los ojos, de esas miradas que no podemos evitar y de las fotos viejas que se empeñan en delatarnos. Me hubiera gustado analizar cómo es posible sobrellevar una vida vacía, o si acaso es imposible si no la llenas de algo que te motive a seguir, o comentar la prodigiosa escena de la entrada en la cancha de fútbol de Huracán, soberbia, poderosa, inesperada y genial. Tampoco hubiera estado mal hablar de Argentina, de su sentido del humor atávico o de sus eternas corruptelas, pero no puedo hablar de nada de eso, y eso que mi pasión es el cine y tratar de escribir sobre él, pero hay veces que un director te abofetea en tu jeta de criticucho con un peliculón que te desarma. Es entonces cuando tratas de escribir algo que este mínimamente a la altura y te das cuenta de que no estás capacitado, y escribes y borras, y reescribes y vuelves a borrar, como casi siempre, como Darín al principio de la película, como un vulgar ex funcionario que se mete a novelista y le sale un memorándum en vez de una novela. Y al final acabas añorando esas malas películas que te dan pie a poder escribir cualquier chorrada y quedar como un señor, en cambio una película como ésta te abruma de una manera tal que hace que te sientas un don nadie a la par que te preguntas con qué ánimo vas a seguir viendo cine corriente después de ella.
Y es que no se puede cambiar de pasión, claro que no, aunque a veces resulte frustrante, pero sí que se puede dar uno cuenta de que en la que profesa es un desharrapado mientras otros como Campanella son Dios en la suya. Lo único que queda es asumirlo y tratar de tirar para delante. Y es mejor continuar con la pasión para que los días no se hagan muy largos. Quizá mañana me vuelva a parecer que sé escribir.
Una de las mejores películas que he visto y que veré jamás.
Pensaba hablar de la construcción de personajes, del talento de Campanella para convertirlos en personas de verdad. Y de los detalles. Los detalles venden la historia, dijo alguien una vez. Y de una palabra escrita en una libreta en la mesilla de noche que pierde su significado por la mañana, o de como es imposible no enamorarse de esa bella y decidida mujer que irrumpe en la vida de un hombre para cambiarlo todo. También quería hablar del desamor, del provocado por la inacción de uno o del provocado por la acción de otro, de un asesino hijoputa en este caso. O de los ojos, de esas miradas que no podemos evitar y de las fotos viejas que se empeñan en delatarnos. Me hubiera gustado analizar cómo es posible sobrellevar una vida vacía, o si acaso es imposible si no la llenas de algo que te motive a seguir, o comentar la prodigiosa escena de la entrada en la cancha de fútbol de Huracán, soberbia, poderosa, inesperada y genial. Tampoco hubiera estado mal hablar de Argentina, de su sentido del humor atávico o de sus eternas corruptelas, pero no puedo hablar de nada de eso, y eso que mi pasión es el cine y tratar de escribir sobre él, pero hay veces que un director te abofetea en tu jeta de criticucho con un peliculón que te desarma. Es entonces cuando tratas de escribir algo que este mínimamente a la altura y te das cuenta de que no estás capacitado, y escribes y borras, y reescribes y vuelves a borrar, como casi siempre, como Darín al principio de la película, como un vulgar ex funcionario que se mete a novelista y le sale un memorándum en vez de una novela. Y al final acabas añorando esas malas películas que te dan pie a poder escribir cualquier chorrada y quedar como un señor, en cambio una película como ésta te abruma de una manera tal que hace que te sientas un don nadie a la par que te preguntas con qué ánimo vas a seguir viendo cine corriente después de ella.
Y es que no se puede cambiar de pasión, claro que no, aunque a veces resulte frustrante, pero sí que se puede dar uno cuenta de que en la que profesa es un desharrapado mientras otros como Campanella son Dios en la suya. Lo único que queda es asumirlo y tratar de tirar para delante. Y es mejor continuar con la pasión para que los días no se hagan muy largos. Quizá mañana me vuelva a parecer que sé escribir.
Una de las mejores películas que he visto y que veré jamás.