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Voto de Gonso:
6

Voto de Gonso:
6
5.6
21,117
10 de agosto de 2006
10 de agosto de 2006
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasado el fervor por los asesinos en serie de los 90 (“Scream”, “Sé lo que hicisteis el último verano” y similares refritos) y el terror psicológico oriental de principios de siglo (“The Ring”, “La Maldición” y copias más o menos acertadas), vuelve la sangre y las matanzas viscerales que tanto éxito tuvieron en los 70. Así, originales propuestas como “Hostel” o “El exorcismo de Emily Rose”, el retorno a los zombies con “Amanecer de los muertos” o “La tierra de los muertos vivientes” y remakes de sangrientas cintas setenteras como “La matanza de Texas” o la que ahora comentaré hacen que las salas se llenen de estómagos insensibles.
Pese a tener que tirar de remakes, secuelas, precuelas y demás excusas para evitar pensar de forma original, esta revisión del film de Wes Craven resulta bastante sorprendente, ya que en vez de dedicarse a calcar el original mejorando efectos visuales y sonoros, opta por ofrecer suculentas novedades al filmarse con un personal estilo que la hace situarse por encima de la obra predecesora.
La primera media hora es, sinceramente, un tostón. Se produce la presentación de personajes de un modo poco estimulante y con unas personalidades llenas de tópicos (la hermana rebelde, el amante de las armas, el pacifista, el niño toca...morales...). Pero llega el primer giro de guión y con él la (por fin) atención completa del espectador hasta hacerle casi saltar de la butaca. Resulta magistral cómo cambian la situación a partir de ese momento, así como la evolución de unos protagonistas que en principio parecían torpes y que no darían el juego necesario.
Después de diversos infortunios, la historia se divide en dos lugares: el pueblo mutante que el supuesto pacifista, convertido ahora en psicópata vengativo, visitará para recuperar a su bebé de los brazos de unos deformes seres genialmente maquillados; y la caravana donde espera el resto de la familia, que bajo mi opinión podrían haber asesinado porque no llama nada la atención y cada vez que salen, el pensamiento se queda en qué le estará ocurriendo a nuestro ensangrentado héroe inmerso en .
La sangre y el gore serían los verdaderos protagonistas de esta sencilla historia que, aunque tenga momentos angustiosos y trepidantes gracias al ágil manejo de Alexandre Aja con la cámara digital, no conseguirá convencer a un espectador que busque algo de guión elaborado y terror psicológico. De todas formas complacerá a quien busque lo que la cinta pretende vender: miembros, cabezas y cuerpos troceaditos para pasar una buena tarde de veranito.
Pese a tener que tirar de remakes, secuelas, precuelas y demás excusas para evitar pensar de forma original, esta revisión del film de Wes Craven resulta bastante sorprendente, ya que en vez de dedicarse a calcar el original mejorando efectos visuales y sonoros, opta por ofrecer suculentas novedades al filmarse con un personal estilo que la hace situarse por encima de la obra predecesora.
La primera media hora es, sinceramente, un tostón. Se produce la presentación de personajes de un modo poco estimulante y con unas personalidades llenas de tópicos (la hermana rebelde, el amante de las armas, el pacifista, el niño toca...morales...). Pero llega el primer giro de guión y con él la (por fin) atención completa del espectador hasta hacerle casi saltar de la butaca. Resulta magistral cómo cambian la situación a partir de ese momento, así como la evolución de unos protagonistas que en principio parecían torpes y que no darían el juego necesario.
Después de diversos infortunios, la historia se divide en dos lugares: el pueblo mutante que el supuesto pacifista, convertido ahora en psicópata vengativo, visitará para recuperar a su bebé de los brazos de unos deformes seres genialmente maquillados; y la caravana donde espera el resto de la familia, que bajo mi opinión podrían haber asesinado porque no llama nada la atención y cada vez que salen, el pensamiento se queda en qué le estará ocurriendo a nuestro ensangrentado héroe inmerso en .
La sangre y el gore serían los verdaderos protagonistas de esta sencilla historia que, aunque tenga momentos angustiosos y trepidantes gracias al ágil manejo de Alexandre Aja con la cámara digital, no conseguirá convencer a un espectador que busque algo de guión elaborado y terror psicológico. De todas formas complacerá a quien busque lo que la cinta pretende vender: miembros, cabezas y cuerpos troceaditos para pasar una buena tarde de veranito.