Nunca me había sentido tan vapuleado por una película. No te da cuartel. Es como una pieza de música clásica, que sin apenas darte cuenta, se transforma en heavy metal, cruel y terrible. Connelly demuestra su sensacional talento y los demás no desmerecen. El film nos habla de la futilidad de los sueños, sobre todo cuando no se sabe volver al mundo real, el cual, si no tienes suerte, puede ser como el infierno. Curioso el hecho de que una pieza manufacturada por la gran fábrica de ilusiones, como es el séptimo arte, nos recuerde tan vilmente lo que somos de verdad: seres confusos en busca de una felicidad esquiva o imposible. Maravillosa película que me dejó pegado al asiento y pensativo varios días. Cuanto más la recuerdo más impresionante me parece. Mención aparte la banda sonora, magnífica compañera de baile de esta cruel maravilla