Celebrada por muchos como un ejemplo del cine independiente, "Ink" demuestra hasta qué punto el desfase generacional o cultural provocan sensaciones disímiles. Para aquellos que gusten del anime (Naruto y compañeros mártires), el video-juego y la forma más banal de fantasía aquí tendrá la oportunidad de recreo y regocijo. Para aquél que, instalado ya en la treintena, guste de los Truffaut, Mizoguchi, Noland or Fincher, no hay apenas nada que pueda salvarse de la mediocridad, del bostezo y el fastidio.
"Ink" es una película filmada con cuatro duros, con efectos de cuatro duros y cuya calidad de guión e interpretación no alcanzan ni el nivel de película de domingo a las tres de la tarde. Si me apuran, hasta para película de siesta hacen falta unos recursos mínimos. Winans no los tenía.
En esencia la historia cuenta la tradicional lucha entre el bien y el mal, con héroes que defienden el mundo de los sueños, frente a íncubos que inseminan la pesadilla en la mente de sus víctimas. El detonante es el rapto de una niña y la relación que entre "Ink", vasallo de los malos, y la pequeña protagonista se va desarrollando.
El filme desde el comienzo ya anuncia su precaria calidad: imagen de TV show barato, mala sincronización de sonido e imagen en su versión original, flojos diálogos de humor insustancial, efectos que más ridiculizan que dan realismo. Por si fuera poco, he de decir que ni la supuesta originalidad de su estructura ni su pretendida sorpresa final cumplen con su cometido al menos en mi caso. Lamentablemente supe todo lo que iba a pasar desde el comienzo. Y lo digo con más tristeza que presunción, porque partiendo de aquí todo que más sufrimiento que otra cosa para quien escribe: luchas con artes marciales, exabruptos emotivos del protagonista sin ningún tipo de emoción, final épico con banda sonora de cuatro acordes.
Sin embargo, más allá de la baja calidad del producto, lo que me sorprende y defrauda es la alabanza generalizada en foros como FA. Mal vamos si una película como "Ink" deja huella en los espectadores jóvenes o en aquellos con no mucho más desarrollada sensibilidad. Pena de los Ford, Bergman, Mallick o Ray, pena de todo un cine con mayúsculas, si toda una generación se dedica a productos de consumo facilón y barato como "Ink" y encima creen que la mediocridad es sinónimo de independencia.