Son pocos los que estuvieron allí para verlo, y hoy apenas hablan de ello; así que nosotros, el resto, no sabemos si lo que se cuenta en la historia de Aronofsky es cierto, falso, exagerado o, por contra, atenuado. Si Cecil B. DeMille podía hacer una película nada más que con dos páginas de la Biblia, no debería criticarse el hecho de que el buen Darren, tirando de chistera y con base en el Génesis, presente una versión propia del Diluvio y de uno de los patriarcas. Alguien a quien se confió una tarea mucho mayor que cualquiera de sus deseos.
Noé es un festín para los sentidos con buenas interpretaciones, excelente banda sonora y un mensaje inquietante. Un mensaje para los olvidadizos y para los que estuvieron allí, que ya apenas hablan de ello: algún día, a causa de una piedra que cruza el espacio, de un diluvio o de un virus, la Creación se quedará sola.
A salvo y hermosa.