Willis, cuando aún tenía respeto por sus apariciones en el cine, ofrece una risible aunque simpática sobreactuación de un tarugo anárquico, alcohólico, torpe, lerdo e infantil. Su agresividad solo puede concebirse como rasgo complementario de su personalidad débil e inestable. En verdad será una actuación buena y todo, lo que pasa que me resultará chocante y me hará gracia porque ni yo ni nadie estamos acostumbrados a verle hacer el canelo de esta forma. Por lo que el cero no va por él ni muchísimo menos. Es más, si la película girara en torno a su personaje, el despropósito sería más entrañable de presenciar, pero el protagonismo lo acapara una frustrante sarta de incoherencias y situaciones absurdas y estúpidas. Una película que te está contando una mentira como acto verídico (con flashbacks recreados) y luego cuando le da la gana cambia la versión y te dice justamente lo contrario, es un timo. Porque inducir a que el espectador dé por sentadas ciertas cosas, sin haberlas mostrado nunca de forma explícita, que a lo mejor luego no son ciertas, es una proeza narrativa, en cambio si sostienes tu planteamiento en reconstrucciones literales y llegado un momento dices que has estado mintiendo todo ese tiempo pues no tiene gracia. Además es que no soporto a ninguno, me marean con su incesante cacareo y aspavientos esquizofrénicos.