Bueno, no hay por qué alterarse: otra película de Oscar que, a estas alturas, ya nadie recuerda. Que bien.

Sinceramente, creo que lo mejor de «En tierra hostil» es Jeremy Renner y su extraño personaje, difícil de entender, no del todo perfilado y con un desenlace que te deja un sabor medio amargo; pero al menos el sargento James tiene personalidad y cierta vida interior, estemos o no de acuerdo con él. El resto de soldados son tan planos que asustan.

Sin duda esto último es uno de sus puntos más débiles. Por mucho «realismo» que Bigelow quiera darle a través, simplemente, de un estilo de vídeo casero (¡mira que no habérsele ocurrido antes a nadie!), los personajes son sosos y simplones, que ni demuestran nada ni tienen diálogos con un mínimo de valor; porque los diálogos son desastrosos. Cada vez que hablaban me ponía mala de tan mal planteados, de tan poca emoción y de tanta superficialidad.

Las escenas de pura acción, aunque repetitivas, son más entretenidas, claro. Puede estallar una bomba, puede darte la bala, puede aparecer un malísimo iraquí... y estas cosillas pues hacen que la película se deje ver. Momentos absurdos hay unos cuantos, y hasta de risa (lo de la incursión de James en una casa iraquí sigue inquietándome...), pero también es cierto que la idea me parece de interés, aunque la directora se equivoque en su desarrollo: el retrato de un Irak y unos hombres devastados por la guerra. Evidentemente, Kathryn rehuye el verdadero drama y pasa de puntillas por una realidad tan dura y, al mismo tiempo, tan humana.

El resultado es una película bastante didáctica, fría, de poca trascendencia y siempre políticamente correcta. Lo mejor es tomársela como cine bélico de aventuras que no va más allá.