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Voto de Kaori:
4

Voto de Kaori:
4
7.3
101,973
Animación. Comedia. Infantil
Remy es una simpática rata que sueña con convertirse en un gran chef francés a pesar de la oposición de su familia y del problema evidente que supone ser una rata en una profesión que detesta a los roedores. El destino lleva a Remy a las alcantarillas de París, donde su situación no puede ser mejor, ya que se encuentra justo debajo de un restaurante que se ha hecho famoso gracias a Auguste Gusteau, una estrella de la nouvelle cuisine. A ... [+]
4 de abril de 2015
4 de abril de 2015
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegados a este punto debo decir algo que destruirá las ilusiones de cientos de espectadores, pero está claro que alguien tiene que decirlo así que allá voy: cualquiera no puede cocinar. Lo siento.
Seguro que te sale buenísima la paella de los domingos, pero por mucho que te esfuerces será difícil, por no decir imposible, que domines el arte culinario. Tranquilo, no es que hayas nacido idiota o inferior a estas ratas que hacen alta cocina en minutos, sino que para saber de algo hay que trabajar duro y a lo largo de muchos años. Así es la vida real. Claro, que quizá Brad Bird sí crea que eres idiota, o seguramente inferior a Remy. Él ha nacido superior por su talento innato para la cocina. Tú no.
Esta idea que ya nos coló en «Los Increíbles» y vuelve a colarla en «Ratatouille», es en parte cierta. Hay personas que demuestran un talento natural para según qué acciones, pero eso ¿les hace mejores de por sí? ¿Basta con tener ese don para superar a todo el mundo? A Bird se le olvida que el llamado talento suele, y debe, ir acompañado de esfuerzo, empeño, práctica y constancia. Si Remy no ha hecho una sopa en su vida, ¿es suficiente el conocimiento teórico para que absolutamente todo plato que cocine sepa a gloria? ¿Qué mensaje estamos transmitiendo a los jóvenes? Los propios adultos os emocionáis con Remy, no entiendo todavía por qué, pero al parecer no os conmueve la cocinera Colette, que lleva toda su vida en la cocina y seguro que ha sacrificado mil cosas para estar donde está. Se ve que ella no tiene el mismo mérito.
Lo más aprovechable de Remy y su vocación cocinera es el alegato de no discriminación: seas como seas y vengas de donde vengas, mereces una oportunidad. De acuerdo, no creo que nadie lo ponga en duda a estas alturas del partido, no es un mensaje nuevo ni trascendente para que «Ratatouille» se considere una obra maestra elevada al cubo. Eso sí, que sea una rata obliga a unas situaciones absurdas que restan en vez de añadir, porque realmente se plantea como una posibilidad. No es una metáfora graciosa que se acepta como punto de partida, sino que Bird se devana los sesos tratando de justificar cómo una rata podría estar en la cocina. De ahí eso de tirar del pelo, aprender a leer o entender el idioma humano, todo formando una película que se toma muy en serio a pesar de ser imberbe y algo lenta para los niños.
Pasadita.
Seguro que te sale buenísima la paella de los domingos, pero por mucho que te esfuerces será difícil, por no decir imposible, que domines el arte culinario. Tranquilo, no es que hayas nacido idiota o inferior a estas ratas que hacen alta cocina en minutos, sino que para saber de algo hay que trabajar duro y a lo largo de muchos años. Así es la vida real. Claro, que quizá Brad Bird sí crea que eres idiota, o seguramente inferior a Remy. Él ha nacido superior por su talento innato para la cocina. Tú no.
Esta idea que ya nos coló en «Los Increíbles» y vuelve a colarla en «Ratatouille», es en parte cierta. Hay personas que demuestran un talento natural para según qué acciones, pero eso ¿les hace mejores de por sí? ¿Basta con tener ese don para superar a todo el mundo? A Bird se le olvida que el llamado talento suele, y debe, ir acompañado de esfuerzo, empeño, práctica y constancia. Si Remy no ha hecho una sopa en su vida, ¿es suficiente el conocimiento teórico para que absolutamente todo plato que cocine sepa a gloria? ¿Qué mensaje estamos transmitiendo a los jóvenes? Los propios adultos os emocionáis con Remy, no entiendo todavía por qué, pero al parecer no os conmueve la cocinera Colette, que lleva toda su vida en la cocina y seguro que ha sacrificado mil cosas para estar donde está. Se ve que ella no tiene el mismo mérito.
Lo más aprovechable de Remy y su vocación cocinera es el alegato de no discriminación: seas como seas y vengas de donde vengas, mereces una oportunidad. De acuerdo, no creo que nadie lo ponga en duda a estas alturas del partido, no es un mensaje nuevo ni trascendente para que «Ratatouille» se considere una obra maestra elevada al cubo. Eso sí, que sea una rata obliga a unas situaciones absurdas que restan en vez de añadir, porque realmente se plantea como una posibilidad. No es una metáfora graciosa que se acepta como punto de partida, sino que Bird se devana los sesos tratando de justificar cómo una rata podría estar en la cocina. De ahí eso de tirar del pelo, aprender a leer o entender el idioma humano, todo formando una película que se toma muy en serio a pesar de ser imberbe y algo lenta para los niños.
Pasadita.