Don Bluther, animador estadounidense, hizo esta producción británica llamada «Todos los perros van al cielo» y ya con ese nombres sabes que te van a tocar el corazoncito.

Puede que no sea una película especialmente brillante, le faltan algunas cosas para que pegue más fuerte, pero tal y como es resulta una historia conmovedora y amena. Los niños y la muerte son una asociación difícil a veces, quizá le da apuro a los adultos, pero si se hace bien puede ser algo muy bonito. En «Todos los perros van al cielo» un chucho callejero, una especie de gánster, se hará cargo de una niña huérfana mientras hace frente a sus enemigos. El final te lo imaginas, pero es el que tiene que ser, no puede ser otro, y consigue ser precioso.

La niña, María, responde al arquetipo femenino de rectora moral y voz de la conciencia. Pasiva, delicada, dulce, tierna… y con poder. Si tuviéramos que dividir el mundo en materia y espíritu, ella sería el alma y el perro Charlie el cuerpo. Cada uno tiene una parcela de poder con sus privilegios y también sus desventajas. Relaciones y personajes como estos es imposible de encontrar hoy en día.

Si la ves, coge el paquete de pañuelos, te lo advierto.