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España España · Málaga
Voto de Kaori:
3
Drama. Romance 1939. José Garcés, prisionero en el campo de concentración de Argéles (Francia), consigue sobrevivir aferrándose a sus recuerdos. Sobre todo al recuerdo de su primer e imposible amor por Valentina, la hija del notario, una niña rubia y angelical. Hacia 1911, ambos vivieron una historia de amor en un pueblo del norte de España. A los doce años, José Garcés era un niño lleno de vitalidad que dudaba entre ser héroe, santo o poeta, y que ... [+]
2 de agosto de 2015
4 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si quieres un motivo para ver «Valentina» te lo voy a dar: Anthony Quinn. Este actor es demasiado magnífico. Sobra decir que se come con patatitas fritas al pobrecillo de Jorge Sanz, que nunca aprendió a interpretar, y pone la nota de clase y calidad a una cinta dañina y cursi hasta el vómito. No te preocupes, que voy a explicarme.

Creo que ya es hora de que se instaure una nueva categoría de personaje de ficción al que habría que llamar el «republicano poeta». En el cine español abunda este prototipo. Al parecer ningún progresista que se precie puede dejar de ser poeta. Oh, qué bonito, que este José Garcés ya escribe versos en primavera y, ¡ah, sorpresa!, su padre conservador y autoritario desprecia su arte. ¡No me lo puedo creer! ¿En serio? Pues sí, hijo, sí. El republicano de pura cepa según la cinematografía española no se caracteriza por su voto político sino por dos rasgos fundamentales e inamovibles: ser rico y ser poeta. ¡Ays!, qué sensibilidad mayúscula. Sus enemigos, que no leen ni tienen sentimientos, no pueden comprender este refinado gusto por la poesía. Supongo que eso de ser barrendero o campesino es algo inferior y lo bastante impropio para un sublime y elevado republicano, que emplea su tiempo en cosas bellas como escribir odas a su enamorada. Espera, espera, que aguanto la náusea que este agresivo y mezquino elitismo me produce.

He dicho antes «su enamorada», ¿verdad? Pues vamos a hablar un poco de la enamorada Valentina, que merece un párrafo aparte. Bueno, aparte también merecía esta niña una torta bien dada por ser el perfecto ejemplo de mujer sumisa, y entiéndase sumisa en el peor sentido posible. Resulta que esta niña se enamora locamente de José Garcés, el pre republicano poeta que muestra indicios de psicopatía, y le sigue a todas partes como el buen perrillo faldero que la mujer debe ser, según Ramón J. Sender. Valentina no rechista, no se queja, no replica, no piensa por sí misma lo que está bien o lo que está mal, sino que obedece con una ceguera indignante los dictámenes del pequeño José, a quien le llama «amo y señor» en un paralelismo con Dios que ya resulta el colmo de lo obsceno desde un punto de vista femenino. Incluso el niñato este presume de que ella tiene que hacer lo que él diga porque es su novia y punto, a lo que la imbécil de Valentina sonríe y agacha la cabecita rubia aceptando la superioridad de su macho de doce años.

Dadme un cubo, por favor, para que vomite.
Kaori
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