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7.4
33,200
Intriga. Cine negro
Fred Madison (Bill Pullman), un músico de jazz que vive con su esposa Renee (Patricia Arquette), recibe unas misteriosas cintas de vídeo en las que aparece una grabación de él con su mujer dentro de su propia casa. Poco después, durante una fiesta, un misterioso hombre (Robert Blake) le dice que está precisamente en su casa en ese instante. Las sospechas de que algo raro está pasando se tornan terroríficas cuando ve la siguiente cinta de video... (FILMAFFINITY) [+]
10 de octubre de 2011
10 de octubre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de ver "Twin Peaks", "Mulholland Drive", "Eraseheard", "Inland Empire", "Blue Velvet", y, por último "Carretera Perdida", he llegado a una conclusión: David Lynch rueda siempre la misma película, solo cambia los actores y el escenario.
Este tipo de cine "onírico", que no hay por donde pillarlo, a unos les indigna y a otros les proporciona un deleite orgásmico, en cuanto a mi, ni lo uno, ni lo otro, simplemente intento ver la película que ya es mucho. En cuanto a "entenderla", eso ya es una empresa que quizás este lejos de mis posibilidades, pero quizá el error esté en querer entender las películas de Lynch individualmente. La obra de Lynch, y esto es mi opinión personal, sólo se puede llegar a "entender", como un todo, cada largometaje es como una pieza de puzzle, que no tiene sentido ni fin en si misma, tan solo es un medio al servicio de un fin: en este caso mostrar el particular y pesadillesco universo de Lynch.
Las obras de Lynch son una serie de "Pinturas negras" cinematrogáficas, y David mismo es una especie de Goya travestido de cineasta. Al igual que lo hacía el pintor aragonés, el norteamericano se atreve a mezclar en el mismo crisol la crónica negra mas sórdida, el surrealismo onírico mas recalcitrante, la violencia mas despiadada y el erotismo mas voluptuoso. Uno y otro se valen de la fuerza plástica y narrativa de la imagen con un mismo propósito: hacernos partícipes de una pesadilla personal.
Sólo en Goya y en Lynch podemos encontrar personajes tan repugnantes y malignos a la vez como el Saturno devorando a sus hijos o el demonio que interpreta Robert Blake, si Lynch pintara sería Goya, y si Goya hiciese cine sería Lynch.
Por eso mismo Lynch se merece un "Goya", y Goya, si viviese se merecería un "Lynch".
Ver una película de David es tener una pesadilla estando despierto sin necesidad de atiborrarse de gambas por la noche, pero la pesadilla no es tuya, sino de él, si no lo entiendes no es tu culpa, y si crees que lo entiendes, significa que no has entendido nada.
Lo mejor: Lynch es inconfundible, su cine es un cine aparte.
Lo peor: El cine de Lynch es una pesadilla recurrente y rebelde que se retroalimenta a sí misma, y que se niega a despertar, como si pretendiera alcanzar vida propia. Un sueño eterno de la razón que se recrea impúdicamente en sus monstruos.
Este tipo de cine "onírico", que no hay por donde pillarlo, a unos les indigna y a otros les proporciona un deleite orgásmico, en cuanto a mi, ni lo uno, ni lo otro, simplemente intento ver la película que ya es mucho. En cuanto a "entenderla", eso ya es una empresa que quizás este lejos de mis posibilidades, pero quizá el error esté en querer entender las películas de Lynch individualmente. La obra de Lynch, y esto es mi opinión personal, sólo se puede llegar a "entender", como un todo, cada largometaje es como una pieza de puzzle, que no tiene sentido ni fin en si misma, tan solo es un medio al servicio de un fin: en este caso mostrar el particular y pesadillesco universo de Lynch.
Las obras de Lynch son una serie de "Pinturas negras" cinematrogáficas, y David mismo es una especie de Goya travestido de cineasta. Al igual que lo hacía el pintor aragonés, el norteamericano se atreve a mezclar en el mismo crisol la crónica negra mas sórdida, el surrealismo onírico mas recalcitrante, la violencia mas despiadada y el erotismo mas voluptuoso. Uno y otro se valen de la fuerza plástica y narrativa de la imagen con un mismo propósito: hacernos partícipes de una pesadilla personal.
Sólo en Goya y en Lynch podemos encontrar personajes tan repugnantes y malignos a la vez como el Saturno devorando a sus hijos o el demonio que interpreta Robert Blake, si Lynch pintara sería Goya, y si Goya hiciese cine sería Lynch.
Por eso mismo Lynch se merece un "Goya", y Goya, si viviese se merecería un "Lynch".
Ver una película de David es tener una pesadilla estando despierto sin necesidad de atiborrarse de gambas por la noche, pero la pesadilla no es tuya, sino de él, si no lo entiendes no es tu culpa, y si crees que lo entiendes, significa que no has entendido nada.
Lo mejor: Lynch es inconfundible, su cine es un cine aparte.
Lo peor: El cine de Lynch es una pesadilla recurrente y rebelde que se retroalimenta a sí misma, y que se niega a despertar, como si pretendiera alcanzar vida propia. Un sueño eterno de la razón que se recrea impúdicamente en sus monstruos.